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Actualizado: 7 de junio de 2025
Por último, un señor oidor turna anualmente en el cargo de juez de hermandades y cofradías; otro es asesor de cruzada, jeneralmente lo es el decano, quien con el comisario y fiscal de lo civil, componen el tribunal de la bula, y creo gozan alguna gratificacion aunque pequeña.
Estas y otras semejantes palabras decía el oidor, lleno de tanta compasión con las nuevas que de su hermano le habían dado, que todos los que le oían le acompañaban en dar muestras del sentimiento que tenían de su lástima.
Todo esto ha estropeado un poco el carácter de misia Melchora, haciéndola adquirir una idea desmesurada de sí misma. Por Carlitos siente verdadera idolatría, entre otras razones, por ser el único nieto que lleva el apellido de Nuezvana, ilustrado por un virrey del Perú, por un obispo de Chuquisaca, por un oidor de Charcas, por un duque y grande de España y por la propia misia Melchora.
Otro Nuezvana fue obispo y dio lustre con sus austeras virtudes a la iglesia naciente de Chuquisaca. Oidor de Charcas fue otro Nuezvana. Ignoro lo que oiría en Charcas este oidor. La fama de los Ponces y de los Ebros data aún' de más antiguo. Uno de los Ponces vino de piloto en la expedición de don Pedro de Mendoza.
Este tío oidor, que es todo un letrado y persona de pro, muere legando un caudal inmenso; de modo que cuando menos se lo piensa, el hidalguillo se ve con doscientos mil escudos en el arca, y es más rico que el Conde de enfrente. Cátate que en un momento le obsequian todos y le guardan más miramientos que si fuera el mismo Duque de Lerma, Ministro universal.
-Y ¿cómo se llamaba ese capitán, señor mío? -preguntó el oidor. -Llamábase -respondió el cura- Ruy Pérez de Viedma, y era natural de un lugar de las montañas de León, el cual me contó un caso que a su padre con sus hermanos le había sucedido, que, a no contármelo un hombre tan verdadero como él, lo tuviera por conseja de aquellas que las viejas cuentan el invierno al fuego.
El cautivo, que, desde el punto que vio al oidor, le dio saltos el corazón y barruntos de que aquél era su hermano, preguntó a uno de los criados que con él venían que cómo se llamaba y si sabía de qué tierra era. El criado le respondió que se llamaba el licenciado Juan Pérez de Viedma, y que había oído decir que era de un lugar de las montañas de León.
-Sepamos qué es esto de raíz -dijo a este tiempo el oidor. Pero el hombre, que lo conoció, como vecino de su casa, respondió: ¿No conoce vuestra merced, señor oidor, a este caballero, que es el hijo de su vecino, el cual se ha ausentado de casa de su padre en el hábito tan indecente a su calidad como vuestra merced puede ver?
Hallóse don Quijote al entrar del oidor y de la doncella, y, así como le vio, dijo: -Seguramente puede vuestra merced entrar y espaciarse en este castillo, que, aunque es estrecho y mal acomodado, no hay estrecheza ni incomodidad en el mundo que no dé lugar a las armas y a las letras, y más si las armas y letras traen por guía y adalid a la fermosura, como la traen las letras de vuestra merced en esta fermosa doncella, a quien deben no sólo abrirse y manifestarse los castillos, sino apartarse los riscos, y devidirse y abajarse las montañas, para dalle acogida.
Diciendo estas palabras, Rafael se levantó, se acercó al barón, a quien el oidor ofrecía a la sazón un polvo de rapé, le dio el brazo y en su compañía se acercó a la mesa del juego. La marquesa se guardó la regañadura para mejor ocasión. Rita se tapaba la cara con el pañuelo para comprimir la risa.
Palabra del Dia
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