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Actualizado: 23 de junio de 2025


Le has sido muy simpático á Elena decía Torrebianca . ¡Pero muy simpático! Y se mostraba satisfecho, como si esto equivaliese á un triunfo, no ocultando el disgusto que le habría producido verse obligado á escoger entre su esposa y su compañero de juventud, en el caso de mutua antipatía. Por su parte, Robledo se mostraba indeciso y como desorientado al pensar en Elena.

Ya que mi deshonra es pública, que la reparación lo sea, y además terrible y rápida». «Pero si tienes fiebre, si estás malo...». «No importa. Mejor. Si ustedes no van a desafiar a ese hombre, me levanto y busco yo mismo otros padrinos». No hubo más remedio. Mesía, a regañadientes, y ocultando el pavor como podía, buscó sus dos padrinos. Se convino que el duelo fuese a sable.

¡El amor que le tiene usted debe ser muy profundo cuando ha aceptado usted ese papel, ocultando los celos que la torturaban, fingiendo ignorancia e indiferencia! ¡Y cuán mal correspondida ha sido usted!

Con algún objeto ha de ser, no hay duda observé. Ciertamente fue la respuesta de aquel viejo extraño. Todas mis averiguaciones tienden a demostrar que es un hombre de secretos, y que está ocultando su verdadera identidad. Puede ser que esas habitaciones no las tenga más que para la dirección de las cartas le indiqué. ¿Sabe, signore, que es la misma opinión que yo tengo? me dijo.

Y se alejó riendo, con paso perezoso, hacia la casa, que estaba situada en la parte superior de la finca, al borde del camino. Andrés le estuvo mirando hasta que desapareció, por no atreverse a convertir los ojos hacia Rosa. Mas al fin tuvo que hacerlo. Entonces vio que lloraba, ocultando el rostro con las manos. Acercose a ella y se sentó silenciosamente a su lado.

El joven García, ocultando su clase, se ha domiciliado cerca de los montes de Toledo, comprando con los restos de su patrimonio la pequeña dehesa llamada el Castañar.

Estaba muy ensimismado; de vez en cuando hería el suelo con el pie, ocultando la cabeza entre las manos sin decir palabra. Coletilla, desde la puerta, esperó una mirada del Deseado; no la consiguió, y fuése, sintiendo, al par de su concentrada rabia, dolorosa impresión de agravios y desconsuelo que le ponía en el corazón un dolor inaudito. #Virgo potens#.

¡Padre del alma! ¡Madre mía! sollozó, ocultando el rostro en las almohadas, que empapó en llanto.

Se puso seria con afectación, hizo un leve mohín de desdén con los labios, y se fué derecha al comedor, ocultando el cosquilleo placentero que aquel requiebro tan espontáneo la había causado. La mesa estaba puesta: una mesa patriarcal de provincia, abundante, limpia, sin flores ni los demás refinamientos elegantes que la civilización va introduciendo.

Eran los Padres más famosos de la Compañía por las aventuras y peligros de su existencia; los propagandistas del jesuitismo que se habían esparcido por la tierra en la primera expansión de la Orden recién fundada, ocultando su carácter y sus fines, amoldándose á los gustos y costumbres de los países donde se establecieron.

Palabra del Dia

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