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Actualizado: 13 de junio de 2025


Ese optimismo exagerado que nos ciega, impidiéndonos ver las cosas bajo su verdadero aspecto, ha sido y es la causa principal de casi todos nuestros males; y del mismo modo que los españoles perdieron su imperio colonial, sus soldados, sus buques, sus millones y cuanto tenían que perder, por haberse obstinado en no prestar atención á las reiteradas advertencias que se les hacían, nosotros, sus hijos, no hacemos más que salir de una situación difícil, para caer en otra.

Que yo, Israel rebelde y obstinado, Ingrato siempre al cielo Derribaré tu Templo Y no ha de quedar piedra sobre piedra, Jerusalem, de ti, que hierba y piedra Han de cubrir tus calles Sin que piedad en los romanos halles. Mi viña siempre amada Te quitaré, villano pueblo hebreo, Y mi Iglesia sagrada Daré al pueblo gentil, pues ya le veo Dejar la Idolatría Por seguir la ley de gracia, mía.

No pienses más en irte á Medina, ni en que esas manos de cera trabajen para comer: casa tienes en Cádiz, y mientras yo viva tan señora serás en ella como la reina en su palacio... El mismo silencio obstinado por parte de su compañera. , ¿no quieres venirte conmigo? ¿Serás tan rencorosa como todo eso? profirió ansioso y acongojado.

Poco desarrollada aún por virtud de su crudelísima infancia, por la vida sedentaria, después, del convento, en cuanto cambió de clima y de forma de vida adquirió en dos o tres años la elevada estatura y las majestuosas proporciones con que hoy la vemos. Sus partes morales dejaban bastante más que desear. Era su temperamento irascible, obstinado, desdeñoso y sombrío.

En mi sentir, los tuyos son de los que merecen palos; por eso te los dan. Soledad guardó silencio obstinado. ¡Qué! ¿no te convences?... Pues mira, fácilmente te lo voy á poner clarito como el agua.

Alarmóse entonces el futuro ministro y escribió a Butrón pidiéndole categóricas explicaciones de aquel obstinado silencio que le hacía sospechar en la dama algún resentimiento, peligroso siempre y funesto en aquellas circunstancias, en que la amistad íntima y la repleta caja de los consortes Villamelón le eran de todo punto indispensables.

Era una joven que se había obstinado en confesar con él y que lo había conseguido a fuerza de tenacidad y paciencia; pero después había tenido que desairarla varias veces, para que no le importunase. Era de las infelices que creen los absurdos que la calumnia propala para descrédito de los sacerdotes. Confesaba cosas de su alcoba, se desnudaba ante la celosía entre llanto de falso arrepentimiento.

Guardó silencio obstinado, mirando fijamente a la copa de cerveza que tenía delante. Al fin, dijo con voz apagada: Nunca creyera a Isabel capaz de una acción tan fea. Entonces yo, entre compadecido y rencoroso, con la complacencia que sienten los desgraciados al encontrar otros como ellos, le dije: Amigo Villa, por lo mismo que le estimo a usted de veras, voy a darle un consejo franco y leal.

Mientras tanto, Andrés y él seguían tiroteándose como dos grandes amigos. Rosa, que conocía bien a su padre, guardaba silencio obstinado, aplicándose a coser. Al cabo de un rato Tomás la llamó. Rosa. ¿Qué quería? Ven acá. La chica se levantó y fue hacia su padre.

Si no te he visto te vería... Ea, hablemos de otra cosa pues que ésta ya está resuelta. Hablaron de otra cosa, pero la joven no podía disimular su decepción. Saltaba de un asunto a otro con nerviosa volubilidad, se placía en llevar la contraria; por último, cayó en un silencio obstinado, fingiendo hallarse absorta en la franja de la tapicería que estaba bordando.

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