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Adoraba el vino con el entusiasmo de la gente del campo que no conoce otro alimento que el pan de las teleras, el pan de los gazpachos o el ajo caliente, y obligada a rociar con agua esta comida insípida, sin otra grasa que el hediondo aceite del condimento, sueña con el vino, viendo en él la energía de su existencia, la alegría de su pensamiento.

El alumbramiento fué feliz; pero como la recién parida se veía obligada á acompañar á su esposo, no tuvo tiempo bastante para restablecerse por completo, perjudicándola tanto el frío del invierno, en aquel año extraordinario, que se quedó baldada de todos sus miembros.

A lo que íbamos, Nieves: hasta es posible que algunas de las visitas que reciba la diviertan a usted; pero diviértase con ellas o no, usted, el señor don Alejandro, y yo si les sirvo de alguna cosa, continuaremos trazando planes para hacer usted aquí la vida a su gusto, y hasta poniendo en planta la parte de ellos que no estorbe a la etiqueta obligada en estos tres o cuatro primeros días... Otra cosa y para gobierno de ustedes: en Villavieja se come a la española neta, de doce a una, y se cena de nueve a diez... Y a propósito de estos particulares: mi condición de viudo con casa abierta, me ha hecho entender un poco en los prosaicos menesteres de la vida.

Tal es su timidez, y el miedo que tiene a los ingleses, que al entrar aquí la escuadra combinada en Agosto último no se atrevió a apresar el crucero inglés mandado por Collingwood, y que sólo constaba de tres navíos. Toda nuestra oficialidad está muy mal por verse obligada a servir a las órdenes de semejante hombre.

Cuando recobra el uso de sus sentidos, surge en el corazón de su amante una terrible lucha entre su primera pasión y sus recientes votos, pero al fin vencen los últimos. Lucrecia, obligada á renunciar á sus esperanzas, se aleja de allí con el alma desgarrada.

Viana hace un viaje á España en compañía de su hijo adoptivo, y conoce en Cartagena á un mágico de Granada, que le promete descubrirle el paradero de su perdida hija, evocando con este objeto el alma de Medea. Justo, mientras tanto, se enamora de Armelina, obligada por Crespo á dar su mano á un zapatero, y tan desesperada por esto, que se encamina á la orilla de la mar para lanzarse en ella.

-Así había de ser -dijo Sancho-, pero cuando a me manteaban como a miembro, se estaba mi cabeza detrás de las bardas, mirándome volar por los aires, sin sentir dolor alguno; y, pues los miembros están obligados a dolerse del mal de la cabeza, había de estar obligada ella a dolerse dellos. ¿Querrás decir agora, Sancho -respondió don Quijote-, que no me dolía yo cuando a ti te manteaban?

Un cortejo de privaciones, el largo rosario de las economías, desfiló ante él: nada de viajes, nada de caballos, nada de partidas de placer. Después, se abismó en visiones, para él aterrorizadoras: un sastre de segundo orden, una mujer mal vestida, obligada a frecuentar los ómnibus y los tranvías.

Por otra parte, me veía obligada a hacerlo así, pues nunca, ¡oh! estoy tan segura, nunca habría hablado él primero. Yo era demasiado rica, y como él me amaba a y no a mi dinero, mi dinero le causaba horror. Tal es la historia de mi casamiento. En cuanto a la historia de mi fortuna, os la diré en pocas palabras.

En esto salió don Adrián con la levita nueva, bastón de caña, sombrero de copa muy alto, y dos dedos de cuello de camisa fuera del corbatín; se arrimó al grupo y saludó muy cortés a los señores; apareció el juez e hizo lo mismo; después Rufita González con su madre; casi al mismo tiempo Codillo y las tres Indianas, y enseguida hasta otra docena más de los notables que habían hecho ya la visita obligada a Peleches.