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Actualizado: 19 de junio de 2025
Yo obedezco la ley que es tal ley, la que han hecho los que pueden hacerla, elegidos por mí y mis hermanos, elegidos por todos. A ti no te toca examinar la ley, sino obedecerla. ¿Y si me mandan una infamia? No te la mandarán. ¿Y si me la mandan? Te digo que no te la mandarán.
Por otra parte, tengo motivo para sentir esta noche un contento tal, que no deja lugar alguno en mi corazón para la hostilidad ó el rencor. En fin, obedezco á órdenes, que deben serme más que nunca sagradas. En resumen, vengo á tenderle la mano. Saludéle con gravedad, y le tomé la mano. Ahora agregó, sentándose me hallo más desahogado para desempeñar mi embajada.
El abogado, haciendo un ademán elegante con su mano derecha, se volvió hacia el Jurado y comenzó: Los ejercicios oratorios del señor adjunto del fiscal... Señor abogado, no puedo permitir polémicas. Bueno, obedezco.
Pero mi hermano, mi hermano mayor querido me perdona ¿verdad? Y si necesita pruebas, si quiere que sufra penitencias, hable, mande, verá como obedezco. Mas no extraño haber querido tanto tiempo lo que la Santa declara haber querido también «concertar vida espiritual y contentos y gustos y pasatiempos sensuales». Ahora esto se acabó. Usted dirá por dónde hemos de ir; yo iré ciega.
Conozco vuestro poder, y sin embargo ya veis que no obedezco. Nosotros te ensenaremos a humillarte. No tengo necesidad de aprenderlo. iCuantas noches tendido sobre la arida arena y con la cabeza cubierta de ceniza, me he prosternado poniendo mi cara sobre la tierra! He caido en la ultima de las humillaciones; porque me he sometido a mi vana desesperacion y a mi propia miseria.
Levantáronse todos cuando entraron los forasteros, haciéndolos acomodar en los mejores lugares que se hallaron, y, sosegada la Academia al repique de la campanilla del Presidente, habiendo referido algunos versos de los sujetos que habían dado en la pasada, y que daban fin en los que entonces había leído con una silva al Fénix, que leyó doña Ana Caro , décima musa sevillana , les pidió el Presidente a los dos forasteros que por honrar aquella academia repitiesen algunos versos suyos, que era imposible dejar de hacerlos muy buenos los que habían entrado a oír los pasados; y don Cleofás, sin hacerse más de rogar, por parecer castellano entendido y cortesano de nacimiento, dijo: Yo obedezco, con este soneto que escribí a la gran máscara del Rey nuestro señor, que se celebró en el Prado alto, junto al Buen Retiro, tan grande anfiteatro, que borró la memoria de los antiguos griegos y romanos.
Sólo le queda un partido que tomar: dejar este país sin demora y cortar resueltamente todas las esperanzas que entretiene su permanencia aquí. Cuando haya partido, me será más fácil volver á esas dos niñas á la razón. Pues bien, estoy pronto; partiré esta misma noche. Muy bien continuó: cuando le doy este consejo amigo mío, yo misma obedezco á una ley de honor bien rigurosa.
Vendré al frente de mis hombres y te arrebataré á mano armada, si á ello me obligas. Arriesgaré en esta lucha mi vida y la suya, pero les pagaré lo que haga falta y no vacilarán... ¡Decide! Pues bien, te obedezco, dijo Jacobo con repentina resolución. Para evitar tantas desgracias, me expondré yo solo al peligro... ¡Pero, qué riesgos!
No es la moda la que coloca la pluma en mis manos: al contrario, he tenido necesidad de discutir conmigo mismo para convencerme de que al resumir en un volúmen las notas de mis viajes, me obedezco, sin tener en cuenta para nada que la moda es esta.
Porque el militar contestó el general no es ni debe ser otra cosa que el sostén del trono, el mantenedor del orden y el defensor de su Patria. ¿Estás, sobrino? Pero tío... Rafael le interrumpió la condesa , no te metas en honduras y prosigue tu relación. Obedezco; ¡ah prima!, en el ejército que estuviese a tus órdenes, no se vería jamás una falta de subordinación.
Palabra del Dia
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