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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Basta, amigo mío; a tal promesa cerraré de hoy más mis ojos y mis oídos. Por mi parte no puedo menos de agradecerle que me haya llamado con toda confianza y elegido para encargarme la misión de acabar con las audacias de un impertinente. ¡Cómo! ¿Qué quiere usted decir? Tengo el honor de saludarle, señor conde dijo Amaury, haciéndolo gravemente. Perdone usted, Leoville.
El Príncipe, por equivocación, llega una noche al aposento de la verdadera Doña Sol, la cual lo rechaza enérgicamente, como exigía su deber; pero esta conversación llega á oídos de Don Juan, que había venido á hacer una visita secreta á su esposa, y como desconoce el conjunto de circunstancias, causa de esta entrevista, tiene por infiel á su esposa, á la cual acusan las apariencias.
Villaverde me convidaba a recorrer sus calles desiertas, y el acento tierno y conmovido de los míos resonaba en mis oídos regocijado y amante. De aquel ensueño me sacaba la voz del Rector o el toque de Ángelus en la cercana Catedral.
De otra manera, si se quiere ver en las Islas un filón por explotar, un recurso para contentar ambiciones, para librar de impuestos la Metrópoli, apurando la gallina de los huevos de oro y cerrando los oídos á todos los gritos de la razón, entonces, por grande que sea la fidelidad de los filipinos, no podrán impedir que se cumplan las leyes fatales de la Historia.
13 Por eso les habló por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no miraréis. 16 Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. 18 Oíd, pues, vosotros la parábola del que siembra:
Las enfáticas frases de los artículos de fondo, los redundantes períodos de los discursos resonaban en sus oídos como el ritornelo del vals en los de la niña bailadora. Aquella llegada de los individuos de la Asamblea de la Unión fue para Amparo lo que sería la de los Apóstoles para un pueblo que oyese hablar del Evangelio y de pronto viese arribar a sus costas a los encargados de anunciarlo.
En la situación en que le presentamos á nuestros lectores, mientras extendía hacia el fuego sus manos y sus piernas, miraba con una gran impaciencia al padre Aliaga que, siempre inalterable, desdoblaba la carta de la reina. Acercáos, acercáos y oíd, porque esta carta debe leerse en voz muy baja, no sea que las paredes tengan oídos.
Tratar quiero tambien de sucedidos Y estraños casos que iba yo notando. De vista muchos son, otros oidos, Que vine
No quiero oírte decía tapándose los oídos . ¡Calla, por Dios! Me repugnas cuando recuerdo esas cosas... Acabaré por no quererte. En sus viajes la acometían repentinos celos cada vez que Fernando miraba a una viajera de buena presencia.
La misma grande semejanza con las de Lope se echa de ver en todas las comedias del poeta ecijano: las fuentes, unas; iguales los procedimientos; igualmente rica la dicción; análogo el nervio en lo dramático; parecidísimas las gracias en lo festivo, e idéntica en ambos la propensión a avalorar lo propio entreverándolo con todos los elementos del folklore nacional; aquí, con la conseja vulgar y la tradición legendaria; allá, con el refrán hábilmente desleído y glosado en cuatro o seis versos; acullá, con la vieja cancioncilla histórica, que siempre, por lo grata, parece nueva a los oídos españoles; y en otro lado, en fin, con el sabroso cuentecillo popular, picante sin demasía.
Palabra del Dia
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