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Ella siguió rumiando su despecho, y en la tempestad de nubarrones que se desató en su cerebro, brillaban relámpagos que decían: «¡Arcachón!». En el retumbante son de esta palabra, más chic y simpática aún si era emitida por la nariz, iba como envuelto un mundo de satisfacciones elegantes.

Nubarrones morados cubrían el sol, y por bajo de ellos desplomábase la luz, cerrando el horizonte como un telón de oro pálido. Miró Batiste vagamente hacia la parte de la ciudad, volviendo su espalda á la barraca de Pimentó, que ahora se veía claramente, al quedar despojados los campos de las cortinas de mies que la ocultaban antes de la siega.

Por último, sosegó la tempestad del cielo. Poco a poco habían ido desapareciendo detrás de las montañas los espesos nubarrones que manchaban la faz del firmamento. Unos cuantos que habían quedado rezagados y que a largos intervalos, cruzando por delante de la luna, sumían a la tierra en las tinieblas, también traspusieron los picos de las montañas.

En esto la charanga entonó con energía la marcha real; todos los rostros se volvieron al mirador regio donde apareció la reina Isabel: algunos batieron palmas; otros dijeron «chis, chisporque la atmósfera política estaba entonces encapotada con ciertos nubarrones que descargaron no mucho tiempo después.

Aquel viento soplaba muy bajo sobre el Gironde, hundiendo, derribando todos los obstáculos inferiores, y despejando por debajo la vía los elevados y sombríos nubarrones que procedían del Océano: les formaba, como un rail deslizador, sobre el cual el camino era mucho más fácil.

La brigada toda padeció durante quince días por causa de la grosería de Miguel; pero muy particularmente su digno jefe, que tardó algunos meses en ver limpio de nubarrones el cielo conyugal. Desde entonces el colegial no volvió a pisar las escaleras de la casa, mal llamada de su padre, pues era de todo en todo de su madrastra.

¡Noche oscura, ya Diana entre turbios nubarrones hundió la faz plateada; y sola en medio de la avenida funeraria, te deslizas ideal, mística y blanca, te deslizas y te alejas incorpórea cual fantasma; sólo flotan tus miradas, sólo tus ojos perennes, tus ojos de hondas miradas fijos quedan!

Hay ocasiones en que llueve á destajo durante dos ó tres dias consecutivos, cayendo perpendicularmente los chorros de agua sin ser desviados por el menor soplo de viento: otras veces, nubarrones colosales se cruzan en tumulto por las bóvedas etéreas, y cuando llegan á entreabrirse, torrentes de lluvia se desploman con tal ímpetu y abundancia por el espacio de algunas horas, que la tierra se ve cubierta, hasta la altura de un pié, de aguas que se derraman luego muy lentamente.

Mudo testigo que recuerdas hechos y edades pasadas ¡Cuántos lances has mezclado en tus murmullos! ¡Cómo han corrido mis pensamientos tras de tus ondas! Aquí me tienes otra vez, fuente deliciosa. Yo soy aquél que en otro tiempo turbaba tu tranquilidad, con regocijo infantil. Yo soy quien a la sombra de los árboles que te rodean, soñé con la gloria cuya senda veo hoy oculta por negros nubarrones.

Más entoldado cada vez el celaje, se acumulaban en él nubarrones plomizos, como enormes copos de algodón en rama, hacia la parte donde caían Biarritz y el Océano. Ráfagas sofocantes cruzaban, muy bajas, casi a flor de tierra, doblegando los tallos de los juncos y estremeciendo el agudo follaje de los mimbrales a su hálito de fuego.