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Actualizado: 27 de julio de 2025


Sin duda las niñas contemplaron más todas estas cosas, y se deleitaron más con la dulzura de la voz del señorito que con el que nos atreveremos á calificar de idilio, la mitad de cuyas palabras estaba en griego para ellas. Don Fadrique había reparado en todo. Como la mayor parte de los distraídos, era muy observador, y prestaba atención intensa cuando se dignaba prestarla.

¿Un burro, señorito? ¿Un burro precioso? ¿Un burro mejor que los caballos? ¿Vamos a Aldeaparda? ¿Vamos a la Erbeda? Acercose Baltasar a las niñas de corto, y dijo a Nisita: ¿Una vuelta por el campo? A la chiquilla se la encandilaron los ojos, y soltando la pelota, echó los brazos al teniente con sonrisa zalamera.

Señor de Araceli, ¿las ha visto usted? Subamos, que arriba han de estar. Que no están. ¡En buena nos han metido!... El santo Ángel de la Guarda me acompañe. Estas niñas me harán condenar, señor de Araceli... ¿Se habrán metido abajo en el salón de sesiones? Yo no he traído papeleta para las tribunas reservadas; pero subamos a la pública y desde allí veremos si están.

, pero esto es muy distinto. Ya lo que es distinto... pero debes decírselo. ¡Ay! No me mandes eso, por Dios, Luisa... de seguro no me vuelve a decir adiós, y se lo cuenta en seguida a sus papás. ¿Y no será peor que se lo cuente otra persona?... ¡Hay niñas más mal intencionadas!... Elvira lo sabe ya... no quién se lo ha dicho...

Desde niñas se acostumbraban a mirar como temporada de excepcional placer la que se pasaba con la tía, en medio de lo mejorcito de la capital. Algunos padres timoratos oponían algunos argumentos de aquella moralidad privada que no preocupaba al Marqués, pero al fin la vanidad triunfaba y siempre tenía su sobrina en ferias la señora marquesa de Vegallana.

Don Marcelo lo reconoció con sorpresa. ¡También el comandante Blumhardt!... Pero inmediatamente excusó su acto. Encontraba natural que se llevase algo de su casa, después que el comisario había dado el ejemplo. Además tuvo en cuenta la calidad de los objetos que se apropiaba. No eran para él: eran para la esposa, para las niñas... Un buen padre de familia.

En 1856, nacieron en Lóndres 44,159 niños, y 42,674 niñas: fallecieron del sexo masculino 28,894 personas, y 26,892 del femenino; el número total de habitantes que contaba Lóndres en diciembre del mismo año, era de 2,616,246, cifra crecidísima, y la mayor de todas las capitales de Europa.

Me congratulo de ello, porque así la persona que más amo en el mundo estará libre de corromperse con el mal ejemplo de dos conocidas niñas mojigatas, que esconden a sus novios bajo las faldas de brocado de los santos que tienen en los altares de su casa. Doña María se levantó como si el sillón en que estaba sentada se sacudiera repelido por subterránea explosión.

Mis niñas que así las llamaba ya son un primor de bonitas: son natural e ingénitamente distinguidas. ¿Cómo es que no tienen amigas o parientes entre las personas que yo trato? ¿Cómo es que, habiendo en Madrid tanta gente de Sevilla, o que ha estado en Sevilla, mis niñas no conocen a nadie? En ninguna casa las he visto. ¿Por qué viven tan aisladas?

Tras aquellas niñas tan alegres, que corrían y gritaban sin cesar un punto, no corría, sino andaba a lentos pasos, mustia y como recelosa, otra niña no menos agraciada y no más entrada en años que ellas. Había, sin embargo, notables diferencias entre una y otras. De éstas, las que no eran rubias eran muy blancas; aquélla era morena.

Palabra del Dia

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