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Una poesía melancólica inspiraba a la naturaleza, y con la música callada, que sólo el espíritu acierta a oír, se diría que todo entonaba un himno al Creador. El lento son de las campanas, amortiguado y semi-perdido por la distancia, apenas turbaba el reposo de la tierra y convidaba a la oración sin distraer los sentidos con rumores.

, que al partír de Cuba, inclinada la frente, cojiste tierra, "para besarla eternamente", lee en el libro abierto de mi Naturaleza, donde es panal la vida y otro Dios la belleza, donde, como en un pórtico de bienaventuranza, encontrarás a cada aurora una esperanza, y en la mujer, la flor, el nido y los alcores, oirás la sinfonía de todos los amores; el cielo, siempre azul, sin mácula ni daño, que da eternal cobijo al propio y al extraño; los árboles ciclopeos que alzan la copa al cielo y hunden, por defenderse, la raigambre en el suelo, de corteza tan amplia, que unida la cintura de tres gigantes de descomunal figura; el Apo y el Maquiling, el Taal y el Mayón de fraguas encendidas como un gran corazón, incensario de fuego hiriente en el altar de la patria, como un eterno luminar, como idea que salta del crisol de tu mente, como el anhelo indígena de ser independiente...

Si se hubiera continuado apurando la docilidad de la naturaleza física en el mismo sentido, esta al fin se habria declarado rebelde, y las concepciones artísticas no habrian podido salir del cerebro ó de los planos de sus autores. Nuevas ideas, nuevos instintos, nuevos deseos atormentaban á la Europa moderna.

Si examinamos esta composición, ateniéndonos sólo á su forma externa, ha de clasificarse entre los dramas peculiares del teatro español, ya antes de Calderón, llenos de hechos fantásticos extraños para dar más vuelo á la imaginación, y crear un mundo maravilloso, en el cual la naturaleza humana parece sometida á leyes distintas de la realidad; pero ¡qué diferencia entre las comedias anteriores, de espectáculo, toscas, por lo general, de esta especie, y el drama de Calderón, que rebosa de profundos pensamientos, y que nos ofrece al espíritu como á una manifestación de lo eterno, oponiéndole lo finito, que desaparece para dejar sólo la eternidad!

Tanto las madréporas como los corales son habitaciones, viviendas, fabricadas con el misterioso esfuerzo de millares de millones de pequeños pólipos, que enseñan lo que pueden aunados esos dos elementos primordiales, base del soberbio edificio de la naturaleza, la asociación y el trabajo. Flora.

Fíjate bien, ¡ilustrar el nombre de mi padre! «Ya debía saber ha añadido que la nobleza de mi familia, por parte de mi padre, no respondía del todo al brillo de mi fortuna; y si la fortuna tiene alguna ventaja, ¿no es, sobre todo, la de favorecer uniones honorables que dan relieve al esplendor de nuestros propios títulos y los transmiten aún más gloriosos a nuestros hijos?» Y luego me ha hecho comprender modestamente que era una combinación de este género, a la que debía yo tener la madre que tenía. ¡Y yo que creí deberla a la naturaleza y al amor! ¿Cómo te lo diré?

Con el humilde vulgo, allá en los pueblos más cercanos a la naturaleza, en donde había vivido, había acertado a explicarse por tan llano y persuasivo estilo que sus palabras sin arte, santas y sinceras, habían quedado grabadas en los corazones, llevando el convencimiento a las almas.

Nuestra naturaleza moral no está comprometida en la impresión, porque los mundos aquellos se han desvanecido por completo y su influencia es imperceptible en los modos humanos del presente.

En hora buena, dígase que tal vez no nos formamos ideas bastante claras del modo de conciencia que tendremos de nosotros mismos despues de esta vida; dígase que quizás son posibles otras intuiciones de nosotros mismos; pero no se pinte como una cosa inconcebible el alma sola: dejadme el pensamiento, la voluntad, el sentimiento, todo presente en lo íntimo de mi conciencia; para hallarme á propio, no necesito mas: dadme comunicacion con otros seres que me afecten ó á quienes yo afecte, que me trasmitan sus pensamientos y sus voluntades, que me causen placeres ó dolores, y no necesito nada mas para tener un mundo que concibo muy bien: me falta el conocimiento de la calidad de los pormenores, de su posibilidad: el alma muda de estado, de naturaleza.

Al igual que Swammerdam, Bonnet y tantos otros sabios ilustres de sentimientos religiosos, teme que, explicando demasiado la Naturaleza, se perjudique á Dios. Timidez no muy razonable.