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Actualizado: 22 de mayo de 2025


No debía ser turbado ni por palabra ni por ademanes que impidieran sentir los primeros goces del apaciguamiento. Pero muy luego Godfrey le tendió la mano, y al entregarle Nancy la suya, atrajo a su mujer hacia , y dijo: ¡Todo ha concluido!

Sin embargo, he murmurado, he estado descontento porque me faltaba otro bien, como si lo mereciera. Jamás faltasteis a vuestro deber para conmigo, Godfrey dijo Nancy con una sinceridad tranquila . Mi sola pena desaparecerá si os resignáis a la suerte que os ha tocado.

En este punto se descansa un cuarto de hora; los viajeros, y los equipajes que siguen á Suiza, se trasladan á otro tren. De Paris á Basilea, la Champagne, admirable y rica, y Nancy, ciudad importante. A las ocho de la mañana, doce horas justas despues de haber salido de Paris, parti de Estrasburgo, entrando en Basilea á las cuatro horas.

Y si a Dios le hubiera complacido haceros fea como a , de modo que los hombres no os hubieran andado detrás, nos hubiéramos podido limitar a nuestra familia sin tener que habérnoslas con esos señores que tienen sangre turbulenta en las venas. ¡Oh! no habléis así, Priscila dijo Nancy, arrepintiéndose de haber provocado aquella explosión ; nadie tiene motivos para censurar a Godfrey.

¡Vamos, vamos, Kimble; no os apresuréis tanto! dijo el squire . Dejad a los jóvenes las oportunidades de triunfar. Aquí está mi hijo Godfrey que os arrojará el guante si os apoderáis de la señorita Nancy.

Permaneció silencioso, mirando al suelo durante largos minutos. Nancy hubiera pronunciado algunas palabras para mitigar aquella vergüenza de familia, si no hubiera sido contenida por el sentimiento instintivo de que Godfrey tenía todavía algo que decirle. Muy luego alzó los ojos y miró fijamente a Nancy, diciendo: Todo se descubre, Nancy, tarde o temprano.

Ninguna razón menos urgente que aquella hubiera sido capaz de determinar a Nancy a darle a Godfrey aquella ocasión de estar solo con ella.

La inquietud de Nancy por su hermana Priscila, que había llegado a ser bastante intensa en el momento en que se prendía el collar de corales, cesó felizmente al ver entrar a aquélla de carácter alegre; entró con una cara vivamente coloreada por el frío y la humedad.

Delaberge recordaba muy bien la sensación de aislamiento que había sentido al llegar una tarde a ese pequeño pueblo de trescientas casas, situado en la confluencia de dos riachuelos, cuya unión da nacimiento al Aube. Al caer en ese país tan extremadamente rústico, sin transición ninguna y al salir de la Escuela de Nancy, se encontró en él al principio desorientado y triste.

Había en la vida matrimonial de Nancy una sucesión importante de experimentos dolorosos a la que se vinculaban ciertas escenas que la habían impresionado profundamente y que su memoria hacía revivir con más frecuencia que las otras. El corto diálogo de Nancy con su hermana en el jardín, la tarde de aquel domingo, había llevado a su espíritu hacia dirección que tornaba con frecuencia.

Palabra del Dia

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