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Actualizado: 22 de junio de 2025
Si seguía de aquel modo, la señorita Nancy Lammeter acabaría por romper con él; porque se sabía muy bien que ella le trataba con mucha reserva desde la pascua de Pentecostés del año precedente, época en que había hablado mucho, porque Godfrey había pasado varios días sin volver a su casa.
¡Ah! no, gracias dijo Nancy fríamente, así que se dio cuenta a donde la llevaba . Voy a esperar aquí hasta que Priscila pueda venir a buscarme. Siento haceros salir del baile y causaros una molestia. Pero allí estaréis completamente sola respondió el astuto Godfrey . Voy a dejaros allí hasta que llegue vuestra hermana. Dijo aquellas palabras con acento indiferente.
Aquel cumplimiento expresivo dirigido por el squire a Nancy, fue considerado por todos, menos por Godfrey, como un acto de diplomacia; y el padre de aquella joven se irguió un poco más, mirándola a través de la mesa con seria satisfacción.
Godfrey se detuvo; no era igualmente fácil revelar lo demás. ¿Pensáis que se ahogó? dijo Nancy, casi sorprendida de que su marido estuviera tan profundamente impresionado por lo que había pasado hace tantos años a un hermano al que no quería, respecto del cual sé había augurado algo peor.
En cierto momento todo el mundo decía: «¡Qué hermosa pareja harían él y la señorita Nancy!», y si ella llegara a ser la señora de la Casa Roja, iba a haber un buen cambio, porque los Lammeter estaban criados de modo que no podían soportar que se malgastara una pizca de sal. Sin embargo, todas las gentes de su casa obtenían lo que había de mejor, cada cual según su rango.
Al terminar estas observaciones, la señorita Nancy se volvió también hacia las señoritas Gunn a fin de evitar la falta de cortesía de no dirigirse a ellas al mismo tiempo.
En los comienzos, teniendo aún como quien dice en los ojos las elegancias de las modistillas y de las señoras de Nancy, no concedió Francisco mucha atención a las gracias campesinas de su hostelera. Pero, en una soledad como la de Val-Clavin, una mujer joven, junto a la cual se vive mañana y tarde, acaba por ejercer una atracción lenta y segura.
Pero los años no han sido tan crueles para con Nancy. Su boca roja pero tranquila y la mirada límpida y franca de sus ojos pardos, dicen ahora que su naturaleza ha sufrido y ha conservado sus más nobles cualidades. También su traje, de una elegancia graciosa y de una pureza delicada, es más expresivo ahora que las coqueterías de la juventud no intervienen para nada.
Porque, ¿no podía ahora arriesgarse cuantas veces se le presentara la ocasión de decirle las cosas más tiernas a Nancy Lammeter, prometerle, así como él mismo, que sería siempre lo que ella quisiera? No había algún peligro de que su finada esposa fuera reconocida.
Es cierto que sus cabellos obscuros estaban cortados en la nuca como los de un muchacho, y estaban dispuestos adelante en cierto número de bucles chatos que se apartaban mucho de su rostro. Pero no había peinado que no hiciera encantadores el cuello y las mejillas de Nancy.
Palabra del Dia
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