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Seguramente era una ciudad de muñecas; ¡pero qué muñecas!... Por diversos lados salían blancas pelucas, y ninguna puerta se abría en los huecos del piso segundo, sin dar paso a una bonita figura de cera, estopa o porcelana; y todas corrían por los pasadizos gritando: «ya es la hora...». En las escaleras se cruzaban galones que subían con galones que bajaban... Todos los muñecos tenían prisa.

»Este Retiro es bonito; sólo que..., de aquellas cosas que pasan, habiendo tantos que tienen frío, el pueblo debía venir aquí a cortar leña... Entro por este paseo de los muñecos de piedra con las manos y las narices rotas. ¡Qué feos son!... Hola, hola, ¿niñitos con guantes? ¡Y cuántos perifollos gasta esta familia!

MÁXIMO. No: ya me has dicho que te hastía el juego de muñecos vivos, o llámense novios. ELECTRA. Buscaba en ello la medicina de mi aburrimiento, y a cada toma me aburría más... MÁXIMO. ¿Ninguno ha despertado en ti un sentimiento... distinto de las burlas? ELECTRA. Ninguno. MÁXIMO. ¿Todos se te han manifestado por escrito?

Envidia, nada más que envidia... señora dijo dirigiéndose a su ama el criado adulador: mis chicos han visto subir el nacimiento y se han emberrenchinado en que les compre muñecos. La dama, sin hacer caso, subió lentamente la escalera y Pepito la siguió en silencio, con la cabecita baja y las manitas a la espalda, sintiendo cosas que no podía comprender, como un filósofo chiquitín.

Hacían asimismo muy difícil el tránsito la multitud de mesillas de turrón, arropía y tostones, los puestos de fruta, las tiendas de muñecos y juguetes, y las buñolerías, donde gitanas jóvenes y viejas, ya freían la masa, infestando el aire con el olor del aceite, ya pesaban y servían los buñuelos, ya respondían con donaire a los piropos de los galanes que pasaban, ya decían la buena ventura.

Tiene razón el muchacho se quedó pensando el Obispo que trataba al Magistral como un padre débil a un hijo mimado . Esa Paula nos maneja a todos como muñecos. Y continuó corrigiendo la Pastoral. De Pas tomó por el callejón arriba, desandando el camino; pero al llegar cerca de su casa se detuvo. No sabía qué hacer.

«Inclito Migajas, lo que acabas de hacer, lejos le amenguar el amor que puse en , lo aumenta, porque me has probado tu valor indómito, triunfando con facilidad de toda esa caterva de muñecos bufones, la peor casta de seres que conozco. Movida por los dulces afectos que me impulsan hacia , te propongo ahora solemnemente que seas mi esposo, sin pérdida de tiempoPacorrito cayó de rodillas.