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Actualizado: 28 de junio de 2025
Nieves le contestó, armándose de la mayor firmeza que pudo: Mira, papá, yo hablaría contigo de muy buena gana sobre ese asunto, y muy despacio, porque lo merece bien, como tú has dicho; pero no me atrevo, no sé... Soy una mozuela sin experiencia y sin arte... Tengo acá mi modo de ver y mis ideas... pero nada más: en mis adentros y a solas, me lo explico y lo siento bien; y si me pongo a explicártelo a ti, temo decir lo que no debo y callarme lo que debiera decir... Es falta de costumbre... y de valor. ¿No te parece esto muy natural?...
Otros levantaban la cabeza y sorbían el aire como camellos, libidinosamente. Sin preguntar el precio, arrojando sobre el tablero alguna moneda excesiva, Ramiro solía comprar un perfumado jubón para alguna mozuela, o zapatos infantiles con que después obsequiaba a las madres moriscas.
Sarto llamó y vimos acercarse a una chiquilla de trece o catorce años. La suerte nos favorecía. Mi padre ha ido a ver al Rey, señor oficial dijo. Pues para eso mejor hubiera hecho en quedarse aquí me dijo Sarto con sorna y a media voz. Pero me encargó que no abriese la puerta. ¿Sí, eh? dijo Sarto desmontando. Pues dame la llave. La mozuela tenía la llave en la mano. Sarto le dio una moneda de oro.
Pues mira, ¡arrastrado!, no tienes más que empezar contestaba la mozuela, puesta en jarras y mirando entre ceja y ceja a su víctima. Cuentan que una vez fué el pulpero a querellarse ante el provisor y a solicitar divorcio, alegando que su conjunta lo trataba mal. ¡Hombre de Dios! ¿Acaso te pega? le preguntó su señoría. No, señor contestó el pobre diablo , no me pega..., pero me la pega.
En Romorantín topé con una cadena y unos brazaletes de oro, pero topé también con una mozuela como un sol, que me los robó al día siguiente. Porque habéis de saber que hay gentes que no vacilan en apoderarse de lo ajeno.... ¡Al grano, Simón! ¡Esa batalla! Todo se andará, cachorros, si me dejáis respirar.
Pasaron todo el invierno en la soledad de la Cartuja. Ella, calzando babuchas y con el puñalito en la cabellera mal peinada, hacía la cocina animosamente, con la ayuda de una mozuela del país, que aprovechaba el menor descuido para engullirse los bocados destinados al «querido enfermo». Los chicuelos de Valldemosa apedreaban a los pequeños franceses, creyéndolos moros, enemigos de Dios.
Palabra del Dia
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