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Actualizado: 30 de abril de 2025


»Amigo mío; aquí también hay una especie de alta sociedad, y se pasa el rato alegremente en conciertos, fiestas y representaciones. Los romances moriscos que recita aquella vieja que parece exacto traslado de la tía Fingida, y en efecto lo es, han producido en mayor sensación que las fanfarronadas de todos los cómicos modernos.

Como la orden del rey era terminante y exigía la más inmediata ejecución de los moriscos sevillanos, viéronse en la precisión, mal de su grado, de malbaratar los bienes que poseían, con gran provecho para los que en la ciudad quedaban, que adquirieron á ínfimos precios cosas de gran valor, y propiedades de importancia.

Durante los últimos días en la casa de los moriscos, creyose curado para siempre; pero el descendimiento desde lo alto de la ventana y el mismo viaje en silla de manos hasta la ciudad habían reabierto la herida bajo las vendas.

Hablábase con insistencia, en aquellos días, de una posible sublevación de todos los moriscos de España, ayudados por el turco. En algunos palacios de la ciudad se celebraban frecuentes reuniones, donde se cambiaban noticias y se discutían pareceres. La casa del señor de la Hoz era al presente, todos los miércoles y domingos, un hormiguero de eclesiásticos y grandes señores.

, Felipe III ha robado á los moriscos, y quien dice Felipe III, dice el duque de Lerma. Esto es ya demasiado, demasiado dijo enteramente aturdido Lerma, que no había creído que existiese un hombre capaz de decirle de frente tan agrias verdades. A tal punto le habían llevado su envanecimiento, su privanza y la nulidad del rey. ¡Pues ya se ve que es demasiado!

En las escenas más apasionadas, cuando se espera oir el lenguaje sencillo del sentimiento, nos choca con frecuencia lo rebuscado de su expresión. Es muy singular que Calderón, cuyo celo por el catolicismo lo ciega casi siempre contra todos sus adversarios, atribuya aquí á los moriscos todo linaje de virtudes nobles y heróicas, haciendo más interesantes á los vencidos que á los vencedores.

No se descontentó el mozo de oír las razones de Periandro, que también dieron gusto a Auristela, a la condesa y a su hermano. Con estas y otras cosas iba enseñando y entreteniendo el camino Periandro. De allí a algunos días, llegó nuestro hermoso escuadrón a un lugar de moriscos, que estaba puesto como una legua de la marina, en el reino de Valencia.

María temblaba con tales apariencias, pues su madre, que tomó el agua del bautismo de aquel Arzobispo de Granada a quien por alabanza llamaron el Santo los moriscos, imprimió a su hija el más tierno apego a la religión cristiana.

La luz se apagaba en el cielo; pero el canónigo peroraba cada vez más exaltado, como si ensayase, en la soledad del camino, la alocución solemne que intentara pronunciar en alguna asamblea. Algunos dicen que la expulsión de los moriscos traería la ruina de España.

Cinco melifluos sobre cinco potros Llegaron, y envistieron por un lado, Y llevaronse cinco de nosotros. Cada qual como moro ataviado, Con mas letras y cifras, que una carta De Principe enemigo y recatado. De romances moriscos una sarta, Qual si fuera de balas enramadas, Llega con furia y con malicia harta.

Palabra del Dia

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