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Apenas se oye una guitarra en cualquier ventorrillo de la Mancha, ó en uno de los encantadores patios moriscos de las casas de Andalucía, ó al aire libre, á la sombra de un espeso granado, cuando acuden los campesinos, trabajadores y jornaleros de la ciudad, ansiosos de tomar parte en su diversión favorita, mostrándose incansables los jóvenes en corresponder á los deseos de la multitud.

Mendoza rechaza la propuesta con desprecio, pronunciando palabras injuriosas contra los moriscos, y Tuzaní, Valor y Malec, sintiéndose también lastimados por Mendoza, se alejan resueltos á promover la rebelión. En el acto segundo, tres años después del anterior, la rebelión ha estallado ya, y Don Juan de Austria es el encargado de sofocarla.

Pero no se halla todavía dinero y la tiranía crece, la tiranía no respeta ya nada: ni la fe de los tratados humanos, ni la fe de este eterno pacto de justicia que el hombre tiene hecho con Dios. El edicto de la expulsión de los moriscos, llena de horror á todos los pechos generosos...

Amar después de la muerte .Calderón Este drama es un cuadro brillante y animado de la sublevación de los moriscos en las Alpujarras en el año de 1570, y, en cuanto á su composición y argumento, uno de los mejores de este poeta, aunque su estilo, en general, no merezca alabanza.

Por otra parte, rebelados los moriscos dentro, se resentirá el comercio que ellos alimentan en gran manera, faltará más de lo que falta el dinero, y reunidos y alentados Enrique IV y el inglés, apretará la guerra por fuera. Insistid en lo de la confiscación de los bienes de los moriscos.

Era el dueño y huésped de los que creen en Dios por cortesía o sobre falso; moriscos los llaman en el pueblo, que hay muy grande cosecha desta gente y de la que tiene sobradas narices y sólo les faltan para oler tocino; digo esto, confesando la mucha nobleza que hay entre la gente principal, que cierto es mucha.

Digo, pues, que este mi abuelo dejó dicho que, cerca de estos tiempos, reinaría en España un rey de la Casa de Austria, en cuyo ánimo cabría la dificultosa resolución de desterrar los moriscos de ella, bien así como el que arroja de su seno la serpiente que le está royendo las entrañas, o bien así como quien aparta la neguilla del trigo, o escarda o arranca la mala yerba de los sembrados.

Y como se le probaron Tantas maldades y errores, Los justos Inquisidores Al fuego le condenaron. Supose del moro acá, Y la muerte que le dieron, Porque luego lo escribieron Los moriscos que hay allá. La triste nueva sabida Por los parientes del muerto, Juran y hacen concierto De dar al fuego otra vida.

Creía hallarse ahora con el ojo arrimado a la rendija. El Canónigo no se había equivocado. De treinta a cuarenta moriscos, vestidos algunos con sus ropas musulmanas, deliberaban, sentados en rueda. Ramiro observó que el personaje de la daga guarnecida de piedras no se hallaba presente. La sarracena iba entretanto de diván en diván.

Dice que viene entonces del cabildo, en donde se ha leído una orden del Rey, por la cual se imponen á los moriscos nuevos gravámenes. Malec, el concejal más antiguo, había desaprobado el primero estas medidas; pero Don Juan de Mendoza le había interrumpido, replicándole que él era moro, y que se proponía librar á sus correligionarios del castigo condigno.