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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Soy alegre, por oficio, cuando no estoy sola; tengo cosas, como dice la gente, porque a falta de consideración algo hay que tener en la vida para no morirse de tristeza. Conque, oiga Vd., y júzgueme como quiera. Se puso muy seria y hablando con una mezcla de lealtad y desvergüenza que daba pena, siguió diciendo: No he conocido a mi madre.

Mi tío decía que tienes modestia y una delicadeza natural que es lástima no haya sido cultivada. ¿Tu delicadeza te impedía venir a reclamar lo que por la misericordia de Dios habías ganado? No hay más sino que tiene razón mi tío.... ¡Cómo estaba aquel día el pobre señor!... decía que ya no le importaba nada morirse.... ¿Ves ?, todavía tengo los ojos encarnados de tanto llorar.

Y mientras más notaban ambos que el amor que tenían a Salomón y a Guadé era su encanto y su delicia, más culpados y viles se juzgaban y más ganas tenían de morirse, porque el sonrojo y la humillación destrozaban sus pechos, no bien dejaban de embargarlos y cautivarlos el frenesí y el vivo deleite que nacen de los coloquios y caricias en el amor bien correspondido.

A las ocho le dijo Antoñona que D. Luis iba a venir; y Pepita, que hablaba de morirse, que tenía los ojos encendidos y los párpados un poquito inflamados de llorar y que estaba bastante despeinada, no pensó desde entonces sino en componerse y arreglarse para recibir a D. Luis.

Pero a los quince días el gigante se cansa de la vida, desea la muerte para gozar de las ventajas de su conversión entrando en el cielo, y solicita permiso cortésmente para morirse otra vez, petición razonable a la que acceden los santos. Y desde entonces ningún mortal logra penetrar en la isla de San Borombón.

Por último, en Diciembre de 1795, Paz se casó con un pariente viejo y fastidioso, que cometió el singular despropósito de morirse á los siete días de casado, dejando á su mujer más gruesa, pero no en cinta.

De todo esto se deducía que aquella pícara había traído una maldición a la casa; ella tenía la culpa de la demencia de Maxi. Bien lo vaticinó doña Lupe: mucha mujer para tan poco hombre. Naturalmente, el pobre chico tenía que morirse o perder la cabeza.

Nada de morirse... no hable V. de eso ya. Lo que importa ahora es dar pronto con un simón... Vamos adelante... ¿qué es eso; tropieza V.? , señor; creo que ha dado contra la columna de un farol... ¡Como soy ciego! ¿Es V. ciego? preguntó vivamente el desconocido. , señor. ¿Desde cuándo? Desde que nací. Juan sintió estremecerse el brazo de su protector; y siguieron caminando en silencio.

Nada de morirse... no hable V. de eso ya. Lo que importa ahora es dar pronto con un simón... Vamos adelante... ¿qué es eso; tropieza V.? , señor; creo que he dado contra la columna de un farol... ¡Como soy ciego! ¿Es V. ciego? preguntó vivamente el desconocido. , señor. ¿Desde cuándo? Desde que nací. Juan sintió estremecerse el brazo de su protector; y siguieron caminando en silencio.

Estamos en un período de gran florecimiento. ¿Cómo puede encontrarse en decadencia un país que produce grandes hombres bastantes para emplear a cien escultores diarios? Pero luego me asaltó la idea de que, si España dejase de producir grandes hombres repentinamente, esos cien escultores no iban a morirse de hambre.

Palabra del Dia

bagani

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