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Señor se atrevió a decir Contracayes, algo amostazado y perdiendo mucha parte del miedo ; con la palabra de V. S. tengo ya bastante, y no es de los sagrados cánones de lo que me quejo, sino de mi mala suerte que me hizo resbalar y caer donde otros muchos, muchísimos que conozco resbalan pero no caen. El Magistral se volvió de pronto, como si le hubiesen mordido en la espalda.

A pesar de tales grandezas, su deseo era regresar a la isla amada, y volvían a los pocos años con el propósito de vegetar en sus tierras. Pero el demonio de la vida moderna les había mordido en el corazón, y se aburrían en la monótona existencia isleña, tradicional y cerrada.

Mientras los otros le explicaban, gesticulando, lo que a él le sonaba a griego, el sueño, la ira, el remordimiento le llenaban de avisperos el cerebro.... Hubiera mordido, pateado y llorado de buena gana. Se le cerraban los ojos, le ardían las orejas, se le doblaban las piernas... «Había caído en un lazo por débil, por imbécil.

Su lengua estaba hinchada, con grandes rasguños, por habérsela mordido durante la crisis. Isidro se explicó tímidamente, mientras ella lo contemplaba silenciosa, con sus ojos que parecían agrandados por los recientes espasmos.

Si él hubiera sido un hombre honrado, le hubiera dicho allí mismo: ¡Calle usted, señora! yo no soy digno de que la majestad de su secreto entre en mi pobre morada; yo soy un hombre que ha aprendido a decir cuatro palabras de consuelo a los pecadores débiles; y cuatro palabras de terror a los pobres de espíritu fanatizados; yo soy de miel con los que vienen a morder el cebo y de hiel con los que han mordido; el señuelo es de azúcar, el alimento que doy a mis prisioneros, de acíbar;... yo soy un ambicioso, y lo que es peor, mil veces peor, infinitamente peor, yo soy avariento, yo guardo riquezas mal adquiridas, , mal adquiridas; yo soy un déspota en vez de un pastor; yo vendo la Gracia, yo comercio como un judío con la Religión del que arrojó del templo a los mercaderes..., yo soy un miserable, señora; yo no soy digno de ser su confidente, su director espiritual.

A este también le había mordido la mala bestia; llevaba la señal en su palidez, en la tristeza de sus ojos. De pronto, sintió por él la fraternidad dolorosa de los penados, unidos eternamente por la misma cadena. ¡Te vas, hijo mío!... ¿Es algún disgusto allá en la fundición?... ¿Acaso quieres ganar más?... Si es por dinero, habla. El ingeniero contestó con gestos negativos.

Tuve apenas tiempo de asomar el cuerpo, cuando sentí que algo firme y tibio me rozaba el muslo; el perro rabioso se entraba en nuestro cuarto. Le eché violentamente atrás la cabeza con un golpe de rodilla, y súbitamente me lanzó un mordisco, que falló en un claro golpe de dientes. Pero un instante después sentí un dolor agudo. Ni mi mujer ni mi madre se dieron cuenta de que me había mordido.

Pedro se apoderó instantáneamente de aquella mano, y poniendo los labios sobre ella, chupó la gota de sangre. ¿Qué haces? Nada, señorita. Si la ha mordido una víbora, no es usted ya la que muere. ¡Qué horror! ¡Quiera Dios que no sea víbora! Gracias, Pedro... Has hecho mal en exponerte... ¡La Virgen del Carmen permita que no sea víbora! No se apure usted.

Tan decidido que estaba, hacía poco, a defenderle, y ahora de buena gana le hubiera mordido. ¡Sacramento! Una oleada les separó y Esteven desapareció en el torbellino, siempre sonriendo, como hombre satisfecho de mismo y de los demás. O era un gran farsante o, efectivamente, la quiebra de Schlingen no le había tocado sino de refilón.

En su frente no se concebían el ceño del enfado ni las sombras de la tristeza, y sus labios un poco gruesos, dejaban ver al sonreír los más preciosos dientes que han mordido manzana del Paraíso.