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Vestian todos calzon angosto y chupa de paño burdo, color de castaña ó pardo, sombreros de paja, pintados de negro, de alas angostas y copas monumentales á estilo de cubiletes; y calzaban gruesos botines claveteados ó zuecos de madera bien trabajados.

Es curioso ver el contraste que forman allí los acicalados dandys ingleses con los paisanos berneses, y los vestidos encantadores de las hijas del país, llenos de gracia, candor y originalidad, con los ampulosos y espléndidos trajes de seda ó de ricos linones que arrastran allí las leonas de Lóndres y Paris, barriendo el suelo con sus colas pontificales, y ofreciendo al viento de los nevados solitarios materia para trabajar con brio en las monumentales crinolinas.

El servicio obligatorio le hacía incurrir con frecuencia en estos errores. Las manos rudas, al oprimir la suya con un apretón agradecido, le dejaban satisfecho por unos minutos. ¡Ay, no poder hacer más!... El gobierno, al movilizar los vehículos, le había tomado tres de sus automóviles monumentales. Desnoyers se entristeció porque no se llevaban su cuarto mastodonte. ¡Para lo que servía!

En la primera parte se ven: casas de menguado y repelente aspecto, calles sucias, tortuosas y estrechas, callejones sin salida, plazas de arcadas sombrías y arquitectura pesada y empírica, torreones góticos y monumentales, numerosas iglesias medio arruinadas pero venerables por sus bellas fachadas cuajadas de trabajos artísticos; miéntras que el aspecto de las gentes y el movimiento mesurado de todos los objetos en las calles y plazas revela la tenacidad de los hábitos, el abandono y la fria austeridad de las costumbres.

El segundo es un aviso mudo: el pobre diablo va metido entre un enorme farol de papel ó de género blanco, iluminado durante la noche, en cuyas cuatro faces está escrito en letras monumentales el anuncio de alguna empresa, artículo en venta ó cualquier otro objeto; y la obligacion del portador ó esquina ambulante es vagamundear por todo Lóndres, en absoluto silencio, mostrando su armazon elocuente, y soliendo á veces, por via de figura oratoria, estrellar su farol contra las narices de algun pasante distraido.

Una de ellas es gótica, otra greco-romana; mas producen ambas la misma impresion, admiran todas por la magestad de sus líneas y la grandiosidad de sus formas. Los reinos de Córdoba y Sevilla no son tan fecundos en obras monumentales como otras provincias; mas hasta en pueblos de segundo orden ofrecen páginas notables.

Allí cerca, en la despensa, gallinas, pichones, anguilas monstruosas, jamones monumentales, morcillas blancas y morenas, chorizos purpurinos, en aparente desorden yacían amontonados o pendían de retorcidos ganchos de hierro, según su género. Aquella despensa devoraba lo más exquisito de la fauna y la flora comestibles de la provincia.

Todo en buen orden, nada roto: paredes, cortinajes y muebles seguían intactos. Pero al mirar al interior de los aparadores monumentales experimentó otra vez una sensación dolorosa. Por todas partes la obscuridad del roble. Habían desaparecido dos vajillas de plata y otra de porcelana antigua, sin dejar como rastro la más insignificante de sus piezas.

No hay en todo el trayecto hasta Dijon ningunas otras colinas de esa formacion, aunque á lo léjos se divisan algunas altas rocas de granito azuloso, que brillan á la luz del sol como lápidas monumentales.

Llegais á la Puerta del Sol ú otra plaza de primer órden por su posicion central, y el espectáculo es variado. Al lado del espléndido carruaje á la francesa se cruzan las pesadas y monumentales diligencias, que afluyen de todas las provincias ó van á ellas, con el tren de enganche mas extravagante y tiradas por cuatro ó cinco pares de furias que llaman mulas.