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Actualizado: 29 de junio de 2025
Antoñuelo era un mocetón gentil y robusto, muy simpático, aunque de cortos alcances, y decidido para todo, y singularmente para admirar a Juanita, a quien consideraba y respetaba, sometiendo a ella toda su voluntad como por virtud de fascinación o de hechizos.
Iba a terminar la pieza, cuando de allá de la última fila de mirones y gauchos pobres salió una voz que dijo ¡barato! , mientras avanzaba a reemplazar al mocetón que parecía ceder su puesto de mala gana otro, que era su rival y que, aunque más despilchado, tenía la habilidad de cantar y no dejaba de ser famoso en el pago.
Clavamos espuelas y dando vuelta a la casa nos precipitamos sobre aquellos bribones. Sarto me dijo después que había matado a uno y lo creí, pero por lo pronto lo perdí de vista. Lo que sé es que de un tajo le abrí la cabeza a uno de los jinetes, que cayó al suelo. Entonces me hallé frente a frente de un mocetón y vi también que a mi derecha quedaba otro enemigo.
A poco de volver las dos mujeres al lado del desmayado Frasquito, entró el Comadreja, que era un mocetón achulado, de buen porte, con tez y facciones algo gitanescas, sombrero ancho, bien ceñido el talle, y lo primero que dijo fue que pronto sería conducido el interfezto al Hospital.
Su orgullo parecía crecer en el misterio. En sus entrañas se había formado aquel mocetón hermoso, fuerte é inocente como los héroes de las leyendas. Todos los hombres conocidos en su vida anterior se empequeñecían y afeaban; eran seres inferiores, procedentes de otra humanidad, cuya existencia debía olvidar. De pronto, el accidente estúpido y ciego que hacía caer la noche sobre ella.
Vio el mocetón cómo se le llevaban a empujones a un naranjal inmediato, y salió corriendo camino abajo por entre aquellas parejas, que cerraban la retirada a la tartana. No corrió mucho. Montado en su jaco encontró a uno de los alcaldes que habían estado en la fiesta... ¡Don José! ¿Dónde estaba don José?
Á la vista de todos estos objetos la deshoja se alborotó, y á merced de la efervescencia pudo un colindante untar á su placer con una mona la cara del celoso y rechoncho mocetón que había gritado antes, de mentirillas.
El director de La Monarquía era un mocetón robusto, de treinta y cuatro a treinta y seis años de edad, cuya figura formaba triste contraste en aquella ocasión con la delicada y exigua de Rivera. Sin embargo, a los pocos momentos comprendió éste que no se las había con un tirador consumado.
El día en que menos lo pensase, vería a María de la Luz ir hacia él, diciendo que todo había sido una broma, para poner a prueba su cariño, y que lo quería más que antes. Pero el mocetón movía la cabeza negativamente. No; no me quiere. Esto se acabó y yo voy a morir. Relataba a Montenegro cómo habían terminado sus amores.
Mama Salomé dejaba un hijo, libre como ella y mocetón de quince años, el cual se juró a sí mismo, para cuando tuviese edad, vengar en la sociedad el ultraje hecho a su madre encorozándola por bruja, y a la vez castigar a los terranovas por la rebeldía contra su reina.
Palabra del Dia
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