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Actualizado: 29 de junio de 2025


El conferencista, que había pasado casi inadvertido durante la travesía, se agigantaba ahora de golpe con este homenaje popular. Muchas señoras que apenas se habían fijado en él, sonreían y lo encontraban «muy distinguido de figura». Un mocetón italiano, representante de una sociedad obrera, saludó al professore con un discursito aprendido de memoria.

Cuando tan pronto vienes, algo güeno ties que dicirme exclamó el mocetón con una confianza cándida que a Fermín casi le arrancó lágrimas. Suelta por esa boca, Ferminillo mío, ¿qué resultao traes de tu embajada?... Montenegro tuvo que hacer un esfuerzo violento para mentir, ocultando con vagas palabras su turbación. El asunto marchaba así, así; no del todo mal.

Pero ya que el ladrón había muerto, y Rafael, a quien no quería engañar, aceptaba generosamente la situación, perdonándola a ella, lo aceptaba todo... ; huirían de allí, ¡cuanto antes!... El mocetón siguió exponiendo sus planes. Don Fernando se encargaba de convencer al viejo; además, le daría cartas para sus amigos de América.

La madre reunía sus fuerzas para acompañar á su mocetón, con una falsa alegría, hasta el último momento. Otros llegaban sueltos, despegados de sus compañeros, pero no por esto iban solos.

Adivinábase en su mirada cierta extrañeza por el rudo exterior del torero, por la diferencia entre ella y aquel mocetón matador de bestias. El también adivinaba este vacío que parecía abrirse entre los dos. La veía como si fuese distinta mujer: una gran dama de otro país y otra raza. Hablaron tranquilamente.

El mocetón, aturdido por estas caricias y asustado por las heridas superficiales que notaba en el rostro de la joven, preguntó con ansiedad: ¿Le he hecho daño, miss Rojas?... ¿No es cierto que he tirado el lazo menos mal que otras veces?... Los dos le ayudaron á montar, y marcharon junto á su caballo con dirección al rancho de la India Muerta.

Por un lado, un mocetón con patillas negras, quien sonaba como una panoplia vieja cuando se movía, con su cuchillo de monte y su cartuchera y el cuerno de municiones, sin mencionar que sus polainas hebilladas hasta las rodillas le hacían parecer aún más alto; en el otro extremo, un viejecito, apoyado muy tranquilamente en un árbol, fumaba en su pipa, guiñando los ojos como si tuviera sueño.

No lo hice adrede... comenzó á decir el mocetón, á la vez que Simón prorrumpía en sonoras carcajadas. ¡Por el filo de mi espada! exclamó. Fanfarrón más insoportable no espero volver á verlo en mi vida. Se negó á comer y beber con nosotros y aun á dirigirnos la palabra.

Parecía imposible que un mocetón con unas barbas que causaban espanto fuese tímido como un seminarista. ¡Y pensar que todos tenían valor en tales casos, todos, hasta Andresito, aquel pazguato que se declaró a Amparo con la mayor facilidad...! ¡Cristo! ¡Cómo se reirían de él sus hermanas si conocieran sus timideces!

Todos querían ver á los contendientes y se empujaban, ansiando pasar su mirada por encima de los hombros que tenían delante. El barrenador guipuzcoano era un mocetón mofletudo, de ojos abobados, ruboroso y con cierto miedo, al verse objeto de todas las miradas.

Palabra del Dia

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