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Además de las antiguas relaciones de viajeros, ya citadas, las cartas de Mme. de Villars, esposa del embajador francés, que vivió en Madrid de 1679 á 1681, contienen algunas noticias acerca del teatro. (Lettres de madames de Villars, de la Fayette et de Tencin: París, 1823.) Escribe con fecha 6 de marzo de 1680: «J'ai été assez souvent

Esta mañana he leído en un libro de Mme. de Genlis: en él se hace una descripción de la vida de los frailes de la Trapa, que me ha impresionado mucho. También me ha sorprendido el leer que estos hombres no encuentran en este mundo, donde viven en las mayores privaciones, un solo punto de desgracia, y ven con gusto aproximarse la muerte.

Estoy muy disgustada, pero en medio de mi tristeza me encuentro aquí mejor; Nicole me acompaña por la mañana; sus «Ensayos de moral» me llegan directamente al alma, y por las noches leo a Mme. de Sevigné, mi confidente favorita; después... pienso mucho en los ausentes. ¡Ay! ¡y en los muertos que no volverán!

Mme. de Roys, su esposa, segunda aya de los hijos del duque, fue favorita de aquella bellísima y virtuosa duquesa de Orleans, que la Revolución respetó a pesar de haber destruido su palacio y de haber mandado sus hijos al destierro y su marido al patíbulo. M. y Mme. de Roys habitaban en el palacio real durante el invierno y en el de Saint-Cloud los veranos.

Nuevamente he regresado de Milly para instalarme en la ciudad: al pasar por Changrenon he comido en casa de Mme. Rambuteau, lo cual me ha causado un placer grande, porque hemos hablado mucho de personajes de París que conocimos durante nuestra juventud. 31 de enero de 1813.

Mme. de Villeneuve me ha pintado unas elegantes pantallas de chimenea, dibujando en cada una, la vista de diferentes casas o castillos habitados por Mme. de Sevigné; esta buena señora es para la abuela del corazón y del espíritu; Mme. de Villeneuve ha creído que estos recuerdos serían a mis ojos una especie de ilustración de las obras que practico continuamente en cumplimiento del deber que la caridad me impone. ¡Qué buena y dulce es la caridad!

Acaba de encargarse últimamente de pagar, por nosotros, la pensión de seiscientos pesos que debemos a mi cuñada Mme. de Villars. Consigno aquí todos esos rasgos de su cariño hacia , y renuevo entre las satisfacciones de mi corazón, las mil y mil bendiciones que yo debo a Dios por los buenos hijos que me ha concedido.

En cuanto se levantó comenzó a hacer sus preparativos de tocado, aunque la ceremonia nupcial no había de celebrarse hasta la tarde en su propia casa. Se hizo venir para que la peinase a Mr. Gaston, famoso peluquero de la corte, y acudieron a adornarla dos oficialas de Mme. Verlet, la gran modista. No se perdonó gasto alguno para que la ceremonia se celebrase con inusitada pompa y suntuosidad.

Saint-Cloud había sido para ella su Milly, su cuna, el lugar en el cual todos sus primeros pensamientos e impresiones habían germinado, florecido, crecido y vegetado con las exuberantes plantaciones del magnífico parque. Los personajes que tuvieron más resonancia durante el siglo XVIII, quedaron en su memoria profundamente grabados. Mme. de Roys, su madre, fue mujer de gran mérito.

Cuando llegó á París, tenía veinte años, y fué á instalarse en casa de su anciana tía, Mme. Montansier, mercera de la calle San Roque. La futura actriz era entonces una muchacha menudita, pizpireta, gran conversadora, diabólica de puro insinuante.