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Actualizado: 14 de julio de 2025


Fernando fué el que habló primero, comenzando como todos los amantes con la expresión de la felicidad que sentía al verse por fin junto á la mujer amada. ¡Cómo había deseado aquel momento!... Recordaba las horas de muda contemplación, allá en su despacho de los altos hornos, con la vista fija en las cartas de ella, como si la letra de Pepita le hablase misteriosamente y su sonrisa brillara entre los renglones.

Raveloe estaba situado en una hondonada, en medio de los árboles espesos y de caminos surcados por huellas, lejos de las corrientes de la actividad industrial y del fervor puritano; los ricos comían y bebían a sus anchas, aceptando la gota y la apoplejía como cosas que se trasmitían misteriosamente en las familias honorables, y los pobres pensaban que los ricos estaban en su pleno derecho de llevar alegre vida.

Quizá les habían oído decir a sus padres, a medias palabras, que Silas Marner podía curar el reumatismo si quería, y agregar, más misteriosamente aún, que, si se sabía captarse a aquel diablo, podía evitar los gastos de médico.

Oigamos á la Dorotea, que aún no ha concluído : Sospeché que aquella Margarita, que citaba misteriosamente á don Rodrigo, era la reina, y como no me atrevía á quedarme con una sola de las cartas, las miré, las remiré, hasta que fijé en mi memoria la forma de las letras de aquellas cartas, de modo que estaba segura de no engañarme si veía otro escrito indudable de la reina.

Por la noche, los hombres de la gañanía contemplaron en silencio las manipulaciones de las dos brujas en torno de un puchero puesto a la lumbre, con ese respeto crédulo de las gentes del campo por todo lo maravilloso. La enferma bebió humildemente el cocimiento y recibió sobre el pecho el emplasto, manejado misteriosamente por las dos viejas, como si contuviese un poder sobrenatural.

Recogió la garrocha, montó, y con suave galope fue hacia la empalizada, prolongando con esta lentitud el ruidoso aplauso de la muchedumbre. Los jinetes que habían recogido a doña Sol saludaron con grandes muestras de entusiasmo al espada. El apoderado le guiñó un ojo, hablando misteriosamente: Gachó, no has estao pesao. Muy bien, ¡pero que muy bien! Ahora te digo que te la llevas.

Tenía la sospecha de que el cadáver estaba en el foso. Las aguas verdes y tranquilas se habían cerrado misteriosamente sobre esta ofrenda de la noche... Desnoyers adivinó que otra desgracia preocupaba aún más á la madre, pero se mantuvo en púdico silencio.

Las montañas parecían soñar misteriosamente, como seres sublimes, en el plateado silencio; y todas las cosas de la naturaleza exhalaban deliciosa respiración de beatitud, de sosiego, de frescura. La fantasía clara y augusta de la noche prodújole al mancebo una emoción peculiar que se repetía en su ánimo desde la infancia y que vino a distraer su ardimiento.

Se había cansado del amor de una mujer perdida como aquella; no quería reñir con su madre por tan poca cosa, ni que los enemigos le desacreditasen y volvía a su deber con gran alegría de la buena señora que le rodeaba de solícitas atenciones. ¿Y de aquello? le preguntaban misteriosamente sus amigas. Nada respondía con una sonrisa de orgullo.

Lo llamó aparte después de los postres y lo condujo misteriosamente a su habitación. ¿Dónde está ella? le preguntó . la conoces; sabes dónde está oculta; ¡porque me la ocultan! Señor duque respondió , no a quien... Te hablo de Honorina. Ya sabes quién es, Honorina, la dama de la calle del Circo. ¿La señora Chermidy? ¡Ah! ¿ves cómo la conoces?

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