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Actualizado: 14 de julio de 2025
Las serpientes, por ser del país, no pueden entender el español, lengua de Buenos Aires. Y ahora terminó con melancolía Jaramillo tendré que esperar hasta, el próximo Viernes Santo. De pronto empezó á hacer frecuentes viajes á Asunción, la capital del Paraguay. Su amigo, alarmado por estas ausencias, le obligó á confesar la causa. Lo he visto dijo Jaramillo misteriosamente.
Era el primer día en que aquella mujer, para dar gusto á su hijo, comenzó á deletrear con el alma el idioma de la Naturaleza; y de improviso habíale dirigido aquel idioma palabras tan misteriosamente conmovedoras que penetraron al fondo de su corazón. Declinaba la tarde: el ave marina rezagada aguzaba sus remos, ansiosa de llegar á tierra y á su nido.
De este modo el Rey «ajusticiaba la justicia» y desgarraba para siempre los fueros de varios siglos. Otros señores y, entre ellos, don Diego de Heredia, barón de Bárboles, y don Juan de Luna, señor de Purroy, habían de seguir igual suerte, después de soportar feroces tormentos. El duque de Villahermosa y el conde de Aranda perecieron misteriosamente en sus prisiones.
Algunas madres, sí, buscaban a sus hijas, y algunos maridos a sus mujeres, pero ni una sola hija buscaba a su madre, ni una sola mujer a su marido. Acaso decían, se habrán quedado dormidas entre la confusión en alguna pieza... Es posible decía yo para mí, pero no es probable. Una máscara vino disparada hacia mí. ¿Eres tú? me preguntó misteriosamente. Yo soy le respondí seguro de no mentir.
Corrí a buscarla y le susurré en el oído: Marta, creo que ahí está. Pero ella me demostró en seguida que yo no era su confidente: me miró un instante fijamente y me preguntó, como si su espíritu estuviera lejos: ¿De quién quieres hablar? ¿De quién? Pues del primo, naturalmente. ¿Y por qué me dices eso tan misteriosamente?
»Pero no... yo no hubiera podido maltratarla. Mi corazón es todo ternura... todo vileza para con ella. No soy un hombre... soy un niño... un esclavo. »Es menester que lo sepas todo. Quiero que te compadezcas de mí; hasta de lo ridículo que en mí hay. Ríete también... soy digno de compasión y de risa. »Aquella noche de mi simulada partida entré en casa misteriosamente.
Durante las pocas semanas que habían transcurrido desde que se cometiera el robo, había tomado la costumbre de abrir la puerta y de mirar de tiempo en tiempo hacia afuera, como si pensara que su plata había de volverle de un modo o de otro, o que algunos indicios, algunas noticias de su tesoro se encontraran misteriosamente en marcha y fueran susceptibles de ser apercibidos de los esfuerzos de su mirada o la intención de su oído.
General, ya que le estorba tanto ese ingenierillo, no tiene mas que darnos una orden. Es lo más fácil librarse de él. ¡Como si el general necesitase de tales consejos! Eran muchos los que habían desaparecido misteriosamente de la existencia diaria, y los calumniadores pretendían que únicamente Castillejo podía saber dónde estaban. Todos debajo del suelo.
Por lo menos habréis oído hablar de ellos. Tales somos, que no brujos ni demonios. ¿Á qué ese espanto, rubio querubín? preguntó el otro. No os extrañe mi sorpresa, repuso por fin Roger. No había visto un juglar en mi vida y mucho menos esperaba contemplar en el aire dos pares de piernas danzando misteriosamente. ¿Pues y el saltar sobre vuestros cráneos?
Al día siguiente, apareció misteriosamente un barril al lado de la puerta, y con igual misterio cada mañana quedaba lleno de agua fresca de la fuente. Y no sólo eran éstas las únicas delicadas atenciones que recibía esta joven singular.
Palabra del Dia
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