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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Por lo demás Julî no tenía mucho que hacer; coser, rezar, acompañarla á misa, y ayunar de cuando en cuando por ella. La joven aceptó con lágrimas en los ojos, recibió el dinero prometiendo entrar al día siguiente, día de la Pascua, á su servicio.
¡Hola! ¿Tú aquí? gritó Mistral, arrojándoseme de un salto al cuello. ¡Qué buena idea has tenido de venir!... Justamente, hoy es la fiesta de Maillane. Tenemos la música de Aviñón, toros, procesión, farándula; esto será magnífico... Mi madre volverá pronto de misa, almorzaremos y, después, a ver cómo bailan las muchachas bonitas.
De niña era un diablejo irresistible, lo reconocía ingenuamente. Apenas se pasaba día sin que dejase de proporcionar algún disgusto a las hermanas. La vida triste y monótona del colegio no era para ella. Se levantaban muy temprano y hacían media hora de oración en la sala de clases. Luego oían misa. A la salida se hablaban, preguntándose por la salud únicamente.
A misa sólo iban algunas viejas del pueblo: la iglesia estaba siempre vacía, pero el país era muy religioso y la prueba estaba en que él no tenía libre un momento, y continuamente veían todos trotar su burra blanca por los caminos y atajos de la montaña. Aquel curato valía más que algunos obispados.
La niña le abocó con aquel gesto alegre y travieso, lleno a un mismo tiempo de malicia y de candor, que por ser peculiar de su carácter, no había podido vencer con ningún esfuerzo. Tú te habrás levantado temprano, por supuesto, para oír misa. ¡Oh!, no repuso Ricardo sonriendo ; salía a dar un paseo por el campo, que debe de estar muy hermoso.
La Virgen ha de iluminarme decía; ya lo sabes, madre de mi alma: novena y misa cantada; ¡se trata de él, de nuestro orgullo, del que ha de ser nuestro sostén mañana!
Que partió de Buenos Aires á mediado de Marzo de 1748, con un estudiante para ayudar á misa, y cuatro mozos que conducian las cargas, y que llegaron al pueblo de los Pampas, que se intitula la Concepcion.
Al amanecer este dia, despues de decir misa, saltó en tierra el Padre Cardiel con la escolta de soldados y marineros, que por todos eran 34, y tomó el camino al oeste. El órden que observaban era este.
Al poco tiempo de llegar Ángela, su amiga apenas salía de casa sino para dormir; ni al paseo, ni al teatro, ni a misa siquiera dejaban de salir juntas.
A ruegos de Losada, nos enseñó todas las curiosidades artísticas que embellecen su mansión, así como el preciosísimo oratorio en que dice Misa los días que sus achaques ó la inclemencia del tiempo le impiden salir. ¡Qué silencio, qué paz, qué beatitud en aquella morada! Y ¡qué deliciosas vistas las de las habitaciones que ocupa el Dignidad!
Palabra del Dia
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