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Actualizado: 21 de junio de 2025
Jamás asistieron a lidia de toros, ni después de las ocho de la noche se les encontró barriendo con los hábitos las aceras de la ciudad. ¡Vamos! ¡Cuando yo digo que sus reverencias eran unos benditos! Eran dos frailes de poco meollo, de ninguna enjundia, modestos y de austeras costumbres; como quien dice, dos frailes de misa y olla, y pare usted de contar.
Desde entonces el padre y la hija llevaron en Avila una vida de misterio, saliendo sólo muy de mañana, en sillas cubiertas, para asistir, cada cual por su lado, a la misa de alba, en alguna de las iglesias vecinas.
Guillermina, dejando su mantilla y su libro de misa sobre el sofá, desempeñaba junto a Mauricia las obligaciones más penosas del arte de cuidar enfermos, acometiendo con actividad maquinal las faenas más repugnantes, como persona que tiene la obligación y la costumbre de hacerlo.
Recibió las sagradas órdenes en Toledo; entró en la congregación de siervos del Santísimo Sacramento en el Oratorio del Caballero de Gracia, en donde cantó misa el primer domingo de Agosto de 1609; fué admitido el 24 de Enero de 1610 en la congregación del Oratorio de la calle del Olivar, y el 26 de septiembre de 1611 en la Orden tercera de San Francisco .
No estuvieron sus labios junto a los de ella el tiempo que los de don Tristán de Leonís y la reina Iseo, de los que dice el antiguo romance: Tanto estuvieron unidos cuanto una misa rezada.
Finalmente, por conjurar la plaga de los terremotos, y por poner miedo á Don Isacar, le plugo al Ilustrísimo señor inquisidor celebrar un auto de fe. Honróme convidándome á la fiesta; me diéron uno de los mejores asientos, y se sirviéron refrescos á las señoras en el intervalo de la misa y el suplicio de los ajusticiados.
El día de Corpus, después de misa mayor, empezaron las visitas que duraron casi toda la tarde.
Así hablaba el capitán D. Félix sentado en el pórtico de la iglesia antes de celebrarse la misa.
Esta cuestion de pura etiqueta fué causa de que el presidente del coro mandase cesar el sermon y continuar la misa, intimando por su parte el tribunal censuras á los del altar. Redújose la funcion á una confusa babilonia: ambas partes acudieron al rey, y una junta de ministros resolvió que cuando no estuviese el prelado presente, el predicador solo hiciese la venia al Santísimo.
Con frecuencia se le veía barriendo el piso de la iglesia de los Desamparados, tocando en ella el órgano, y haciendo el oficio de cantar en la solemne misa dominical, dándosele tres pepinillos de las murmuraciones de la nobleza, que juzgaba tales actos indignos de un grande de España.
Palabra del Dia
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