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Actualizado: 5 de junio de 2025
Bien se declaraban las torpes aficiones en el mirar opaco de sus ojos, hundidos y extraviados, y en la palidez cadavérica de las mejillas, a la cual también contribuía la dolencia crónica que le aquejaba hacía algunos años. Al llegar en el verano anterior a su pueblo natal habíase alojado en casa de su hermano Tomás, quien pensó que se le entraba con él la fortuna por la puerta.
La sinceridad y la franqueza son siempre lo que más cuenta nos trae hasta por el lado práctico y útil. Niego esa ciencia o ese arte de mirar. Para nada le necesito.
Para hacérmela aún más placentera, refirió Neluco algunos rasgos de aquel hombre singular, y entre ellos el siguiente, que le pintaba de pies a cabeza. En cierta ocasión se le ocurrió a un convecino suyo, que ya no era mozo, ir a mirar un poco por el ganado que tenía en el invernal, distante de Provedaño una jornada de medio día, a un buen andar por los altos montes, cara al Este.
Sus ropas parecían no haberse desprendido de su rechoncho cuerpo desde que nació, y sus greñas mal peinadas, de color de barbas de maíz, despedían un olor a pomada de baratillo, más desagradable que su aliento. Isidora sentía hacia ella repulsión invencible; no la podía mirar, no la podía tocar, y al sentirla cerca, se estremecía de horror. Antes moriría de hambre que comer cosa guisada por ella.
Y no se saciaba de mirar al señor de los espejuelos de oro, y a la joven, y a los chicos, que no menos espantados que él le rodeaban. Ya sé donde estoy dijo . Ya sé que debo esta hospitalidad a don Benigno Cordero y a su digna esposa.
Aquella diadema de sombra daba a su rostro matices de poesía crepuscular, como si todo él estuviese formado con tintas y rasgos tomados de la melancolía y sosiego de la tarde. Sus ojos eran pardos y de un mirar cariñoso con somnolencias de siesta o fiebre de insomnio, según los casos; un mirar que lo expresaba todo, ya la generosidad, ya el entusiasmo y siempre la nobleza.
Teresa gimoteaba tras el abanico, y doña Manuela, a pesar de su curiosidad, en fuerza de mirar a la plaza acabó por distraerse. Comenzaban los preparativos de la procesión.
Natural es, que necesitando comparaciones las busquemos en los objetos mas conocidos, y con los cuales nos hallamos mas familiarizados; y como en tratándose de juzgar ó conjeturar sobre la conducta ajena hemos menester calcular sobre los motivos que influyen en la determinacion de la voluntad, atendemos sin advertirlo siquiera á lo que solemos hacer nosotros, y prestamos á los demas el mismo modo de mirar y apreciar los objetos.
El espíritu se perturba como la vista a fuerza de mirar siempre hacia un mismo objeto y así la única idea que irradiaba en las tinieblas de aquella triste existencia, la arrastraba como un fuego fatuo hacia los abismos de la locura a fuerza de contemplar la muerte.
Ya se ve que sí dijo Nieves siguiendo el humor a su padre . Pero, dime añadió : ¿también aquí me está prohibido mirar? Aquí no respondió muy formalmente don Alejandro , porque esto tiene bien poco que ver.
Palabra del Dia
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