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Actualizado: 26 de julio de 2025
Algunos minutos después el bramido se oyó más distinto y más cercano; el tigre venía ya sobre el rastro, y solo a una larga distancia se divisaba un pequeño algarrobo. Era preciso apretar el paso, correr, en fin, porque los bramidos se sucedían con más frecuencia, y el último era más distinto, más vibrante que el que le precedía.
En aquella plaza larga, ligeramente arqueada y estrecha en sus extremos, como un intestino hinchado, amontonábanse las nubes de alimentos que habían de desparramarse como nutritiva lluvia sobre las mesas, satisfaciendo la gigantesca gula de la Navidad, fiesta gastronómica, que es como el estómago del año. Doña Manuela permaneció inmóvil algunos minutos en la bocacalle.
A las seis y media seguimos, costeando, y haciendo las mismas diligencias que ayer, hasta las once y media que paramos en un arroyo chico, habiendo caminado nueve leguas por el rumbo del NO: hallamos buenos pastos y algunos arroyos buenos; observamos en la latitud de 37 grados 57 minutos. A las tres continuamos la marcha, y á las cuatro paramos en otro arroyo de igual circunstancia.
Un modesto coche de movimientos repulsivos nos condujo por el húmedo y melancólico valle, en cuarenta minutos, á la célebre ciudad de Altorf, capital del Canton, donde Guillermo Tell ganó la inmortalidad con la famosa proeza de la manzana y la flecha.
¡Una capa! ¡Poseer una capa de brega, no teniendo que implorar a otros más felices el préstamo del ansiado trapo por unos minutos!... En un cuartucho de la casa yacía olvidado un viejo colchón con las tripas flácidas. La lana habíala vendido la señora Angustias en días de apuro.
Le bastaba contemplar por breves minutos un rebaño de miles de reses para saber su número con exactitud. Galopaba con aire indiferente en torno del inmenso grupo cornudo y pataleante, y de pronto hacía apartar varios animales. Había descubierto que estaban enfermos. Con un comprador como Madariaga, las marrullerías y artificios de los vendedores resultaban inútiles.
En todo caso, habrá que llamar un médico.... Señorita, el doctor Fortier ha vuelto á su casa hace una media hora.... Le he visto pasar en su coche por el camino.... Vaya usted á buscarle. Algunos minutos después, el médico de la Celle-Saint-Cloud, el excelente doctor Fortier, llegaba á toda prisa.
Algunos minutos después, madama Scott, miss Percival, el cura y el oficial, tomaban asiento alrededor de la mesa del presbiterio; luego, con mucha rapidez, gracias a la sorpresa y originalidad del encuentro, gracias, sobre todo, al buen humor y alegría algo audaz de Bettina, la conversación tomaba el giro de la más franca y cordial familiaridad.
=Dósis.= Se emplea el alcanfor en polvo, mezclado con azúcar, á la dósis de algunos centígramos que se pueden repetir, aun cada cinco minutos, hasta ocho y diez veces. Pero es mas cómodo usar dos ó tres gotas de la tintura ó espíritu de alcanfor en un terron de azúcar.
Por fin la señora de Freneuse se separó, enjugó sus ojos y dijo mirando afectuosamente al joven: Gracias, Cristián, por haber vuelto. Por unos minutos ha hecho usted resucitar el pasado. Veamos ahora qué ha hecho para que el porvenir sea mejor.
Palabra del Dia
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