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Actualizado: 26 de julio de 2025
Una coincidencia. ¿Rubia, con ojos azules? ¡Hay tantas! Mónica presenciaba, respetuosamente callada, la actitud pensativa de su amo; y al cabo de unos minutos, creyendo que estorbaba, se despidió: ¿Tiene el señor algo que mandarme? Nada, Mónica, gracias. Que se mejore el señor.
Para arreglarse un poco y lavar los ojos no quiso llevarla al tocador del baile: subióla al de la duquesa. Al cabo de unos minutos bajaron ambas. Irenita prometió no dar a conocer su pena. En cuanto Clementina enteró a Pepa de lo que había pasado, se sulfuró de tal modo que tuvo necesidad de contenerla para que no fuese a arañar a su yerno.
¿Embarcada? preguntó la señora de Aymaret. ¡Embarcada! ¿Por qué no?... es a cinco minutos de aquí... Si es el tête-
Corrida la costa hasta 49 grados y 15 minutos, no pudieron dar con la entrada del puerto de San Julian, por lo cual hicieron juicio que estaria en menor altura de la que le marcan las cartas; y favorecidos del viento para navegar hácia el estrecho de Magallanes, determinaron correr lo restante de la costa y dejar para la vuelta la entrada en San Julian. La brújula varió 19 grados.
Cien minutos después de salir de la bahía de Dover, entraba el vapor en la estrecha y difícil rada de Calais, inabordable para los grandes buques. El puerto es tan malo y embarazoso, que solo al favor de un inmenso muelle, prolongado muy al exterior de los diques, pueden atracar los vapores para descargar.
Volvió a gritar con un acento de desesperación, que desgarraba el alma, pero todo fue en vano, nadie le contestó tampoco; se incorporó de nuevo y arrastrándose con trabajo tanteó las paredes, buscando el botón de la campanilla eléctrica: después de unos minutos lo encontró y lo hundió con desesperación: el silencio era tan profundo que oyó el martilleo peculiar del timbre en el fondo de la casa; esperó, pero nadie vino: llamó de nuevo y siguió llamando incesantemente; la casa estaba sola, nadie le respondía.
Discutieron algunos minutos, cedió Sarto, envió un destacamento mandado por Berstein al palacio de Tarlein en busca del general Estrakenz, y el resto de la fuerza atacó furiosamente la gran puerta del castillo. Resistióles ésta unos quince minutos y cayó por fin, en el momento mismo en que Antonieta disparaba su revólver contra Ruperto.
Para ir al despacho de Arias, en la calle de San Pablo, le bastan a usted ocho minutos; cinco más para presentar las letras, son trece; echemos diez para ir a la Campana, a casa de Ricardo, son veintitrés; ocho para tratar con él la cuestión de los cuartos, son treinta y uno, y seis para venir de la Campana hasta aquí... echemos nueve... son cuarenta... A las once y cuarto, o a todo más a las once y veinte, puede usted muy bien estar de vuelta.
Con la ayuda de estos, navegamos durante unos veinte minutos por aquel caudaloso río embovedado de verdes ramajes, A la banda de babor, y en las cercanías del desagüe del estero de Tabangay, se alza un antiguo torreón, en el que se conserva un castellano llamado á vigilar aquella parte del Estrecho, en el que entramos siguiendo el canal del río.
A las cinco comenzaba el santo Ejercicio, y a las cinco y siete minutos calculó ella muy bien su entrada, para que fuese de todos vista.
Palabra del Dia
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