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Indudablemente que durante todo este período ni faltaron generosos y nobles espíritus entre la raza dominante que trataran de luchar por los fueros de la justicia y de la humanidad, ni almas mezquinas y cobardes entre la raza dominada que ayudaran al envilecimiento de su propia patria. Pero unos y otros fueron excepciones y hablamos en términos generales. Esto ha sido el bosquejo de su pasado.

Esto último se considera como un signo de su gusto delicado, y quizás dependa de las mezquinas conveniencias propias y peculiares del teatro francés; pero no se crea que esta variación sea loable: el poeta español desconoce con razón aquella regla convencional; su escena nace en la pura fuente de la poesía popular, invisible, sin duda, para el francés.

Era éste pequeño é irregular: estaba en lo más interior de la casa, y tenía una ventana estrecha, con vidrios de dudosa transparencia, que daba á un patio, de esos que por lo profundos y estrechos parecen verdaderos pozos. Enfrente y á los lados se abrían tres filas de ventanas mezquinas, respiraderos de otras tantas celdas, donde se albergaban familias bulliciosas.

Es verdad que don Juan había supuesto de la hermosa menina menos de lo que ella era, ya se tratase de hermosura de cuerpo, ó de hermosura de alma; de ternura hacia el ser que tuviera la fortuna de ser amado por ella, de tesoros de pureza reservados para aquel hombre; don Juan se había enamorado de sus suposiciones, y de ver que sus suposiciones habían sido mezquinas, debía enamorarse todo cuanto su alma era capaz de amar, que lo era hasta lo infinito; don Juan, pues, moría pensando en doña Clara, sufría recordando á la Dorotea.

La redacción del Faro creía que «había sonado la hora de romper definitivamente con las doctrinas del pasado». Sarrió deseaba con afán emanciparse de la rutina y de las ideas mezquinas, «romper los moldes estrechos en que yacía aprisionado» y «entrar de lleno en el dominio de su propia conciencia y de sus derechos». «Hacemos votos decía el articulista por que la aparición de nuestro periódico coincida con un período de actividad moral y material, y podamos asistir a una de esas transformaciones sociales que forman época en los anales de los pueblos.

Hecho esto, y asegurada ya una vida holgada, cómoda y generosa, D. Joaquín quedaba con un gran capital militante para no tenerle ocioso ni estarlo él, sino para emplearle y emplearse en empresas, no mezquinas y ruines, sino grandiosas, y tanto para él como para la nación a que él pertenecía, y aun para la sociedad entera bienhechoras o productivas.

Las sombrías iglesias bizantinas, las misteriosas catedrales góticas, los risueños templos de la Grecia, las aterradoras profundidades de la India me parecen mezquinas ante ese inmenso santuario que lleva sobre haces de montes la estrellada bóveda del cielo.

Con tu manía por lo chic y el buen tono, te olvidas de la más noble aspiración: la ternura del corazón que debe identificar al hombre con la mujer. Las exigencias del mundo son muy mezquinas comparadas con ese placer del alma. La intimidad sin amor, sin un amor tan noble, tan dulce como el que une a mis padres ¿qué sería para ? ¡Un martirio!

En otras ocasiones, ansiosa de descargar más aún su conciencia, de declinar toda responsabilidad, aunque por los raciocinios anteriores se había demostrado a propia que no tenía nada de disgustoso de que salir responsable, doña Luz iba esfumando en su memoria todos los favores que había hecho al Padre; iba quitando todo valer y significación a las muestras de afecto que le había dado; y lo iba reduciendo todo a las mezquinas proporciones de una amistad fría y severa, como la que puede y debe mediar entre un discípulo y un maestro, ahuyentando de o borrando cualquier enojoso recuerdo, falso en su sentir, hasta de la menor coquetería inconsciente, por parte de ella.

Pero en medio de esta rara inmovilidad, secreta y silenciosa como la sorda y lenta labor de la polilla, una guerra sin treguas ni victorias, una guerra de pasiones bajas, rastreras y mezquinas, ruines y dolosas, en que todo bicho viviente toma participación; los unos capitaneados por la envidia, los otros acaudillados por la codicia, todos azuzados por la murmuración y aguijoneados por la maledicencia de los que se dicen ajenos a toda rencilla y enemigos de chismes y rencores.