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Sin embargo, un imperfecto sentimiento de equidad, emanado de los que habían tenido la buena suerte de limpiar en el juego a don Jorge, acalló las mezquinas preocupaciones de los más irreductibles. Don Jorge recibió el fallo con filosófica calma, tanto mayor en cuanto sospechaba ya las vacilaciones de sus juzgadores. Era muy buen jugador para no someterse a la fatalidad.

Porque ella tenía que alternar con las personas de más viso, con títulos y con la misma Reina; y Bringas, no viendo las cosas más que con ojos de miseria, se empeñaba en reducirla al vestidito de merino y a cuatro harapos anticuados y feos. ¡Oh!, lo que ella sufría, lo que penaba para adecentarse era cosa increíble. ¡Sólo Dios y ella lo sabían!... Porque su marido llevaba cuenta y razón de todo, y hasta el perejil que se gastaba en la cocina se traducía en guarismos en su libro de apuntes... La pobre esposa, atenta a la dignidad de su posición social, era un puro Newton, por las matemáticas que tenía que revolver en su caletre para procurarse algún sobrante del gasto de la casa y estirar las mezquinas cantidades que Bringas le daba para vestirse.

Ni como será creible que, teniendo á su disposicion un vehículo de tanta importancia, un rio tan caudaloso como el Beni, no se haya hecho uso hasta el presente, para ir desde Ysiamas á Cavinas, sinó de mezquinas balsas, miéntras que se cuenta mas de siglo y medio desde que en Moxos se navega en canoas?

Córdoba es un vasto laberinto de callejuelas estrechísimas, tortuosas, enredadas, tristes, desiertas, empedradas con guijarros y orilladas por casas pintorescas unas y cuajadas de balcones y celosías, otras desmanteladas ó como truncas; y un laberinto de plazuelas mezquinas é irregulares, de iglesias y conventos, de murallones y patios de aspecto desolado, rodeado de jardines y huertos, de escombros y cortijos.

El enemigo de la cristiandad se cercioró entonces de que su mejor aliado eran las mezquinas discordias de los príncipes cristianos: Felipe II ordenó á su hermano que volviese con la armada á Mesina, en donde la victoriosa flota fué recibida con extraordinarias fiestas.

A pesar de todo, los desdichados que vivieron aquí sus horas de sufrimiento conocieron la alegría de una acogida cordial y suntuosa. No ponga usted su atención en las mezquinas rivalidades de estas damas, que no supieron concebir toda la feminidad de su misión. Ya resulta hermoso que se consagren a esto; perdóneles la pobreza de sus ambiciones si el herido ha de beneficiarse con ello.

En la vida privada, la conducta pequeña es la de los manejos ignobles, de las miras mezquinas, del vicio; la conducta grande es la que inspira la generosidad y la virtud. Lo recto y lo útil á veces parecen andar separados; pero no suelen estarlo sino por un corto trecho; llevan caminos opuestos en apariencia, y sin embargo el punto á que se dirigen es el mismo.

Se desojaba para entender la letra antigua y las enrevesadas rúbricas de las escrituras; quería al menos separar lo correspondiente a cada uno de los tres o cuatro principales partidos de renta con que contaba la casa; y se asombraba de que para cobrar tan poco dinero, tan mezquinas cantidades de centeno y trigo, se necesitase tanto fárrago de procedimientos, tanta documentación indigesta.

Muchos de mis lectores se acordarán, como yo me acuerdo, de su negro y desigual pavimento, de sus edificios que se reducían á cuatro ó cinco fraguas mezquinas y algunas desvencijadas barracas que servían de depósitos de alquitrán y brea; de sus montones de escombros, anclotes, mástiles, maderas de todas especies y jarcia vieja; y, por último, de los seres que respiraban constantemente su atmósfera pegajosa y denegrida siempre con el humo de las carenas.

Su cara era huesosa, irregular, sumamente abultada en la parte superior; la frente tenía una exagerada convexidad, mientras la boca y los carrillos quedaban reducidos á muy mezquinas proporciones.