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Actualizado: 6 de mayo de 2025
En este punto me planto y a continuar me resisto: estos son treinta y tres cantos, que es la mesma edá de Cristo. 1189 Y guarden estas palabras que les digo al terminar: en mi obra he de continuar hasta dárselas concluida, si el ingenio o si la vida no me llegan a faltar.
Junto a ella venía una figura vestida de una ropa de las que llaman rozagantes, hasta los pies, cubierta la cabeza con un velo negro; pero, al punto que llegó el carro a estar frente a frente de los duques y de don Quijote, cesó la música de las chirimías, y luego la de las arpas y laúdes que en el carro sonaban; y, levantándose en pie la figura de la ropa, la apartó a entrambos lados, y, quitándose el velo del rostro, descubrió patentemente ser la mesma figura de la muerte, descarnada y fea, de que don Quijote recibió pesadumbre y Sancho miedo, y los duques hicieron algún sentimiento temeroso.
Tomando lenguas a tiempo, supo de mí... ¡ay, señor don Marcelo! creo que hasta más de lo que sé yo mesma. Por saber de too, sabía desde que me lo había oído a mí en horas mejores, aunque bien contás fueron, que el señor mi amo entrega a sus sirvientis las soldás de tiempo en tiempo, pa que hagamus de eyas lo que más nos venga en gusto.
Desta mesma suerte, Amadís fue el norte, el lucero, el sol de los valientes y enamorados caballeros, a quien debemos de imitar todos aquellos que debajo de la bandera de amor y de la caballería militamos. Siendo, pues, esto ansí, como lo es, hallo yo, Sancho amigo, que el caballero andante que más le imitare estará más cerca de alcanzar la perfeción de la caballería.
¿Cómo al revés? -replicó don Quijote-; luego, ¿no te pagó el villano? -No sólo no me pagó -respondió el muchacho-, pero, así como vuestra merced traspuso del bosque y quedamos solos, me volvió a atar a la mesma encina, y me dio de nuevo tantos azotes que quedé hecho un San Bartolomé desollado; y, a cada azote que me daba, me decía un donaire y chufeta acerca de hacer burla de vuestra merced, que, a no sentir yo tanto dolor, me riera de lo que decía.
Con estas pasamos otras corteses razones, y anduvieron por alto los ofrecimientos, y de lance en lance me dixo: vm. sabrá, señor Cervantes, que yo por la gracia de Apolo soy poeta, ó á lo menos deseo serlo, y mi nombre es Pancracio de Roncesvalles. Miguel. Nunca tal creyera, si vm. no me lo hubiera dicho por su mesma boca. Pancracio. Pues porqué no lo creyera vm? Mig.
Don Quijote creyó, sin duda, que aquél era el marqués de Mantua, su tío; y así, no le respondió otra cosa si no fue proseguir en su romance, donde le daba cuenta de su desgracia y de los amores del hijo del Emperante con su esposa, todo de la mesma manera que el romance lo canta.
El cura le estuvo escuchando con grande atención, y parecióle hombre de buen entendimiento, y que tenía razón en cuanto decía; y así, le dijo que, por ser él de su mesma opinión y tener ojeriza a los libros de caballerías, había quemado todos los de don Quijote, que eran muchos.
El ventero, que le vio ir y que no le pagaba, acudió a cobrar de Sancho Panza, el cual dijo que, pues su señor no había querido pagar, que tampoco él pagaría; porque, siendo él escudero de caballero andante, como era, la mesma regla y razón corría por él como por su amo en no pagar cosa alguna en los mesones y ventas.
Por estas razones que dijo, acabaron de enterarse los caminantes que era don Quijote falto de juicio, y del género de locura que lo señoreaba, de lo cual recibieron la mesma admiración que recibían todos aquellos que de nuevo venían en conocimiento della.
Palabra del Dia
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