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Actualizado: 12 de julio de 2025
Nuestro entendimiento concibe absolutamente una existencia como eterna; pues que le es imposible el concebir un comienzo absoluto, sin un ser anterior. V, cap. ¡Que verdad tan luminosa! ¡Cuántas reflexiones inspira! Sigamos meditando. Pero esos tránsitos del no ser al ser, no son ni siquiera concebibles, sino presuponiendo algo existente, necesario y eterno.
En esas horas de inefable calma, cuando las nubes, al morir, colora el rojo sol, y estremecida el alma inquiere, meditando, soñadora, ese tenaz misterio de la vida que engendra de la duda roedora la imagen maldecida... ¡cuántas veces, del mar en la presencia, y escuchando su música salvaje, creía, entre el rumor del oleaje, los gritos percibir de la conciencia!
Permaneció toda la noche meditando en el mismo sitio, sin que los pasos del hombre de cuarto que recorría acompasadamente el puente le arrancasen á sus reflexiones. No vió al capitán que de pie en su sitio de honor velaba doblemente aquella noche.
Se quedó solo en su despacho meditando sobre las ruinas de sus inventos, máquinas y colecciones. «¡Dios mío! ¡si estará loca la pobrecita!» decía entre suspiros Quintanar, con las manos en la cabeza. Se acostó decidido a consultar seriamente lo de su mujer.
El tío Manolo, sereno, majestuoso, semejante a un dios, se fue a descansar, meditando como Ulises la muerte de los pretendientes. Quizá juzgaba incompatible el cargo de tutor diligente con los deberes que impone el yugo matrimonial, y prefería sacrificar en provecho de su sobrino los placeres inefables con que la familia le brindaba.
Iba caminando lentamente por la de las Infantas, meditando sobre el plan de la noche a sea el modo de pasarla más divertido, y saboreando un buen cigarro habano, cuando de pronto ¡zas! recibo un fuerte golpe en la cabeza que me hace vacilar; el flamante sombrero de copa fue rodando por un lado y el cigarro por otro.
Gracias por todo, ¡por todo, sí, señor! respondió el boticario trémulo de voz y conmovido, como si se despidiera de don Alejandro hasta la eternidad. Retrocedió Bermúdez hacia Peleches; y andando cuesta arriba y meditando, dejó escapar de su pensamiento, y como si fueran el resumen de sus meditaciones, estas palabras: ¿Qué apostamos ¡canástoles! a que ese pobre boticario vale mucho más que yo?
Es un sacerdote que tuvo mucho seso. Está meditando ahora la carta que ha de dirigir al Papa en este día, siguiendo una costumbre que se repite infaliblemente en los trescientos sesenta y cinco de cada año, y ya lleva veinte de encierro.
Anonadado, y sin valor para pedir a su hermana dinero, Mariano se retiró a un banco de palo que en el estrecho recinto había, y allí permaneció larguísimo rato solo, callado, hecho un ovillo, meditando sobre una sola idea, ya mil veces apurada, como un perro que roe y voltea un solo hueso después de haberle quitado hasta la última hilacha de carne.
Lleno de un provechoso temor de Dios, y con la debida desconfianza de mi flaqueza, no olvidaré los consejos y prudentes amonestaciones de usted, rezando con fervor mis oraciones y meditando en las cosas divinas para aborrecer las mundanas en lo que tienen de aborrecibles; pero aseguro a Vd. que hasta ahora, por más que ahondo en mi conciencia y registro con suspicacia sus más escondidos senos, nada descubro que me haga temer lo que Vd. teme.
Palabra del Dia
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