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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Los buenos los ha vendido usted... ¿Y el alfiler, la cadena, el medallón...? Esas prendas son mías y puedo disponer de ellas a mi gusto dijo Isidora prontamente, dueña ya de sí misma. Las ha empeñado usted. Las he pignorado replicó ella con aplomo y burla , como dicen ustedes los hombres de negocios. Sé por el tapicero que no ha pagado usted las sillas. Y sin embargo... Usted me dio el dinero.
Es una cadena de oro, compuesta de dos finos ramales juntos; tiene pendiente del sujetador un medallón cuadrado. Azorín examina la cadena. Luego el viejo se la vuelve a poner y dice: Una tarde fuimos los dos a una joyería de la calle de la Montera a comprar cada uno una cadena; nos sacaron varias, pero entre todas nos gustaron dos de ellas.
Seguimos el arroyo que baja de la montaña á unirse en la Segada con el Lora, caminando siempre entre árboles. Como íbamos formando grupo, apenas pude hablar con ella. Llevaba un vestido azul oscuro; el cabello al desgaire; en el brazo derecho un brazalete de esmeraldas y en el cuello un medallón de las mismas piedras.
Entonces Jerónimo quiso conocer á la duquesa, y la conoció. Vió que los cabellos de la duquesa eran rubios, del mismo color que el rizo que estaba encerrado en el medallón. Después preguntó quién era ó había sido el joyero del duque de Gandía. Dijéronselo, y le buscó, y en secreto le preguntó, presentándole un brazalete, si lo había él fabricado.
En el pilar de la cama, del lado del velador, está una medalla de bronce, de una fiesta que hubo, con las cintas francesas: en su gran moña de los tres colores está adornando la sala el medallón, con el retrato de un francés muy hermoso, que vino de Francia a pelear porque los hombres fueran libres, y otro retrato del que inventó el pararrayos, con la cara de abuelo que tenla cuando pasó el mar para pedir a los reyes de Europa que lo ayudaran a hacer libre su tierra: ésa es la sala, y el gran juego de Piedad.
Fíjese en el quinto medallón, a nuestra derecha. ¡Qué buen humor tendría el tío que hizo eso! Gabriel miró por primera vez con atención aquellos relieves olvidados.
Si se casa mi hijo... nuestro hijo, con una dama, y esa dama concurre á la corte, que lleve algunos días puesto este aderezo, y un medallón en que hay un rizo de mis cabellos. Bien, muy bien, señora. Ahora, caballero, ahora que todo ha concluído entre nosotros, no volváis á verme, sino para algo demasiado grave, para decirme, por ejemplo, si soy tan desgraciada... nuestro hijo ha muerto.
En último resultado, la dije, ¿se niega usted a indicarme?... Nada sé; la recogí. Ignoro quién era; pero debe ser hija de buenos padres: las ropas que la envolvían eran ricas; llevaba, además, un magnífico medallón guarnecido de brillantes, y entre la faja un papel que decía: «Está bautizada, y se llama...» he olvidado el nombre; el que tiene ahora se lo pusieron en la confirmación.
Los viernes ayunaba rigurosamente a pan y agua, haciendo prodigios de habilidad para que su padre no cayese en la cuenta, pues de notarlo tenía por seguro que no se lo consentiría. Traía siempre un medallón al cuello con el retrato de su novio. Un día que éste consiguió hablar un momento a solas con ella, le dijo: Oye, Ricardo; si no te enfadas, te diría una cosa.
Cuando fuí a Córdoba, creí que me la enseñarían; pero aquellas señoras dijéronme que la discreta joven no quería salir del convento, y, por último, me dieron el medallón que usted tiene guardado. Después la sobrina me regaló unos dulces, y su tía un pito para que fuera pitando por las calles, y en mi segunda y tercera visita pasó lo mismo, excepto que no me dieron más pitos.
Palabra del Dia
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