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Actualizado: 26 de junio de 2025
¡Calla! ¡es el cómico! exclamó, y de un poderoso tajo cortó mi maza en dos. Aquel Ruperto Henzar era un verdadero demonio. Le vi lanzarse a escape y arrojarse al agua con su caballo, entre una granizada de balas. La profunda obscuridad que reinaba le salvó la vida. Ganó la orilla opuesta del foso y desapareció. ¡El diablo le lleve! exclamó Sarto.
El autor del Facundo revolcaba su temible maza desde las columnas del viejo Nacional; los salones se habían transformado; el gusto, el arte, la moda, habían provocado una serie de exigencias sin las cuales la vida social era imposible.
Antes que él pudiera decir algo, Isidora prosiguió de este modo: «Me fastidia usted con su preguntar, con su entremeterse en todo, con sus cuidados tontos...». Cada palabra era como un golpe de maza en el bondadoso corazón de Relimpio, el cual, a punto de romper a llorar, se incorporó en el macizo lecho y habló así: «Hija mía, yo te quiero más que a las niñas de mis ojos.
Yo he tenido muchas y muy interesantes aventuras de viaje, y una de las que más recuerdo es mi encuentro á una legua de Reims con un paladín francés con quien combatí cerca de una hora. Rota su espada, me dió con la maza tan terrible golpe que caí maltrecho y no pude despedirme como deseaba de aquel valiente campeón, ni preguntarle su nombre.
Sabedor de que se celebraban estas justas, solicita mi señor la honra de medir sus armas con un caballero inglés que quiera aceptar su reto, ya rompiendo lanzas, ya combatiendo con espada y daga, maza ó hacha de armas.
Ferragut le vió intensamente pálido, jadeante, paseando sus ojos en torno de él con una expresión de animal acosado que piensa aún en la posibilidad de defenderse. Su diestra buscó en uno de sus bolsillos. Tal vez iba á sacar un revólver para morir matando. Un negro cercano á él levantó un madero que empuñaba á guisa de maza.
Que no contasen con socorro alguno del ayuntamiento si aquella tarde sacaban los instrumentos de la Academia... Don Mateo preguntó: ¿qué motivo?... Maza, después de rechinar los dientes como introducción, manifestó que no quería contribuir a solemnizar la entrada del personaje que iba a llegar por la tarde y se alojaba en casa de Belinchón.
Sinforoso, por encargo suyo, escribió un cuento indio, donde se narraba la vida y milagros del padre de Maza, que había sido capitán negrero y en el tráfico de carne humana hiciera su fortuna. Desde entonces, los cuentos orientales como medio para decirse toda suerte de picardías, fueron usados por ambos partidos.
Creyendo estoy, á fe mía, que eres tan ruin de alma como de cuerpo y que tienes merecido el trato que recibes. Gran verdad decís, señor caballero, repuso el de la maza, que es éste Pedro el Bermejo, salteador de caminos y con más de una muerte sobre la conciencia, terror por muchos meses de Chester y toda la comarca.
Un día, en momentos de intimidad, bastó una caricia algo ruda de sus manos de luchador para despertar la furia de aquella mujer que atraía al hombre y lo odiaba al mismo tiempo. «¡Toma!» Y su diestra, cerrada y dura como una maza, dio un golpe de abajo arriba en la mandíbula del espada, con una seguridad que parecía obedecer a determinadas reglas de esgrima.
Palabra del Dia
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