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Actualizado: 26 de junio de 2025


Se le figuró percibir desde la escalera que hablaba del periódico y que lo calificaba de «solemne payasada». El corazón le dió un vuelco y entró en la sala agitado y triste. Al verle Maza, que gesticulaba en medio de un grupo, se calló, púsose el sombrero con ademán hosco y fué a sentarse en el diván.

Por lo pronto, en el Camarote comenzó a hacerse chacota de tal desafío. Se ponderaba con intención malévola y exagerándolos, los saltos que el fundador del Faro había dado hacia atrás en el combate. Estas burlas, de las cuales, como puede suponerse, era el iniciador Gabino Maza, no permanecieron mucho tiempo en el recinto de la tertulia.

Rubín era agudo, ágil, guerrillero de la discusión; el otro dominaba el asunto y era firme y sobrio de palabras, seguro en la dialéctica. No pararon aquí las cosas. Rubín, lleno de despecho, resobaba sus libritos de a treinta céntimos para buscar armas contra la Iglesia. Apenas las esgrimía, Pedernero le reventaba. Su argumentación era la maza de Fraga.

Ultimamente, la mayor parte de sus jefes y todos los cuerpos de línea estaban complicados en una conjuración que encabezaba el joven coronel Maza, quien, teniendo en sus manos la suerte de Rosas durante cuatro meses, perdía un tiempo precioso en comunicarse con Montevideo y revelar sus planes.

Empuñó la maza que el Capitán le había preparado, y se puso a golpear la médula roja del sagú, contenida en el pedazo de tronco que sobresalía de la tierra. ¿Por qué la golpeas así, en vez de sacarla? le preguntó Cornelio, que seguía atentamente la operación. Porque está sujeta por una verdadera red de fibras respondió el piloto . Si no se rompen esas fibras no hay modo de sacarla. ¡Mirad, ahora!

Creo que es porque hoy llega un señor a casa de don Rosendo... y como la carretera atraviesa la romería... Ah, , el duque de Tornos... ¿Pero qué tiene que ver?... ¡Vamos, están locos!... Mira, déjame un momento; voy a vestirme, y veré a Maza. Creo que lo arreglaremos. Déjame.

Resolvió sobre Miguel el marinero con tanta presteza, que sin darle tiempo de sacar su caballo, á golpes de maza le hizo saltar el escudo, y le hirió en el rostro, y al mismo tiempo le mataron á Miguel el caballo, y le tuvieron casi rendido, pero algunos de su guarda le socorrieron valientemente, y uno de ellos le dió su caballo con que se salvó.

Sonríen la mayoría de los etnólogos, cuando se les habla de que las relaciones entre las razas antíguas americanas y polinésicas, han sido mayores que las admitidas generalmente, pero no es posible olvidar las mazas de piedra encontradas en Colombia y en el Perú, y casi indudablemente, en la República Argentina, pues durante mi visita á Santiago del Estero, en 1876, se me habló y se me hizo el diseño de una maza de piedra verdosa, que no era otra que una maza neo-zelandesa.

Y así que se vió caballero, él, que profesaba cierto desprecio metafísico a las religiones positivas, aprovechó una procesión de la parroquia para llevar el farol, con la hermosa placa en el pecho y la banda por encima del frac. Los amigos de Maza tragaron mucha hiel.

Perfectamente armados y protegidos con sus cascos de acero, cota de malla recubierta por el coleto blanco con la cruz roja de San Jorge en el pecho, el largo arco á la espalda y la maza ó el hacha de combate colgada del cinto, sentíase el barón capaz de grandes empresas al frente de aquellos hombres denodados.

Palabra del Dia

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