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Actualizado: 27 de mayo de 2025
¿Los sirvientes no le han dicho nada? No, señora. Tal vez ellos mismos lo ignoran; ha pasado todo tan rápidamente... Pues bien, señor, la causa de ese viaje, ¿la sospecha usted, la adivina, sin duda, en el estado de tribulación en que nos ve a mi madre y a mí?... ¡A estas horas el señor de Maurescamp se bate en duelo!
Pero entre la señora de Maurescamp y Jacobo de Lerne no sucedería lo mismo; pertenecían a la misma sociedad y a las mismas relaciones, y necesariamente tenían que volver en breve tiempo a su conversación suspendida.
Después de la comida, una parte de los convidados pasó a la pieza de fumar; el señor de Lerne les seguía, cuando su madre le detuvo. Jacobo díjole , toca tu último vals a la señora de Maurescamp antes que lleguen los demás convidados; no te lo ha oído, y estoy segura de que le gustará. Os pido que lo hagáis, señor dijo Juana. El señor de Lerne saludó y sentose al piano.
Ella misma hizo la lista de los convidados, y con gran disgusto del señor de Maurescamp, el nombre del señor de Lerne se hallaba también inscripto; conocíalo ella apenas, pero había oído hablar mucho de él, puesto que había dejado en la alta bohemia parisiense una reputación de amable compañero y de caballerosidad.
Y echose a sus pies, desatinada y llorosa. Se lo pido con las manos juntas... con todo mi corazón, con todas mis lágrimas... sed bueno... se lo ruego; tened compasión, no me desespere... ¡Vamos, ahora es melodrama! dijo Maurescamp, rechazándola.
Pero no por esto sentía un odio menos reconcentrado y violento, y que no esperaba sino una ocasión para manifestarse. Desgraciadamente, la ocasión no tardó en presentarse. Como lo hemos dicho ya, hacía cerca de un año que el señor de Maurescamp estaba enamorado de Diana de Grey, joven amazona americana, que entonces llamaba mucho la atención en París.
Jacobo había roto completamente con la sociedad en que Diana Grey era una de las estrellas; pero temiendo, sin razón, herir la susceptibilidad de Maurescamp, si rehusaba la invitación de su querida, aceptó. Diana Grey colocó al señor de Lerne a su derecha, y desde el principio del almuerzo, ocupose de él de una manera muy marcada.
Visitaban juntas y juntas recorrían las tiendas; tenían el mismo palco en la ópera francesa; iban juntas a los cursos de la Sorbona, y cuando llegó el verano, las dos se establecieron en Deauville, en el mismo pueblo. Fue allí donde acaeció un acontecimiento que debía dejar un recuerdo profundo en el alma de la señora de Maurescamp.
La curiosidad de los espectadores estaba en extremo sobreexcitada; pero la de la señora de Maurescamp había llegado al último grado, y la expresión de su rostro, mientras seguía las fases y peripecias de la lucha, demostraba su interés, o más bien una ansiedad que no estaba en armonía con las circunstancias. Aquel asalto fue un desastre para el señor de Maurescamp.
El maestro de armas sólo contestó con un ligero movimiento de sorpresa y un serio saludo. Señor replicó la señora de Maurescamp, cuya palabra era al mismo tiempo precipitada e indecisa , señor, ya comprenderá nuestra ansiedad... ¿Puede decirnos algo para tranquilizarnos? Perdón, señora, ¿puedo saber quién es el adversario? El adversario es el señor de Lerne.
Palabra del Dia
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