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Actualizado: 16 de noviembre de 2025
Se me antojan prematuramente envejecidos; seres desventurados para los cuales murió en crisálida la mariposa azul de las juveniles esperanzas. Esta tristeza de las almas, en contraste con el risueño aspecto de los campos, trasciende a todo: a los edificios, a las calles, a los trajes, a las personas, a su trato, a sus maneras y a su lenguaje.
Comprendía que se hacía necesario abandonar aquella vida feliz de mariposa gentil, si no quería ser la burla y el desprecio de sus convecinos. Dos mujeres le amaban en aquel momento, Telva de Canzana y Eladia de Entralgo.
La niña, instintivamente, llega un día en que deja de fijar su mirada en las inmóviles formas del cartón, lo mismo que la mariposa llega un momento en que rompe su cárcel de seda y extiende su vuelo revoloteando donde hay luz y perfumes.
D. Manuel. ¿Y usted, cómo está? repuso Mariquilla, sin apartar los ojos de Florentina. Yo tan campante, ya ves tú. Esta es mi hija. ¿Qué te parece? Florentina corría detrás de una mariposa. Hija mía, ¿a dónde vas?, ¿qué es eso? dijo el padre, visiblemente contrariado . ¿Te parece bien que corras de ese modo detrás de un insecto como los chiquillos vagabundos?... Mucha formalidad, hija mía.
A poco trecho de casa donde el paseante enclavaba afincadamente los ojos, se abrieron los lienzos de la encumbrada fenestra, e una mano gentil que no cristiana arrojó una letra que el paseante, a guisa de can, que con boca abierta atiende coger la mariposa que pasa, pensó atrapar antesacando el pecho y abriendo los brazos en aspa de Sant Andrés; pero el papel avieso, como fecho de materia liviana, hizo cortes y ruedas, y ruedas y vueltas por el aire, pasando y repasando por entre los dedos del penitente para luego revolar e posarse en lo más alto del dintel de la puerta.
La tía Mariposa sólo pensaba en su biznieto, de cuya salud hacía grandes elogios. Poco le importaba la suerte de la madre; toda su atención era para el pequeño. Isidro se quedó allí. ¿Adónde ir?... Su cobarde laxitud había llegado a los últimos límites de la indiferencia. Estaba atravesando el momento de las grandes renuncias a la vida.
Parecía escapar como una crisálida convertida en mariposa inmaterial, que volara por un mundo irremisiblemente perdido para su corazón. Contempló su propia silueta infantil diseñada como una figura de relieve cubierta de polvo en su recuerdo. Y vio también a Raquel, de seis años, otra figura, otro relieve cubierto de polvo; Raquel vestida de negro, con dos hilos de lágrimas en las mejillas rojas.
Mariposa sedienta de luz y de colores, soñando en otros cielos y en más vasto pensil, dejé, joven apenas, mi patria y mis amores, y errante por doquiera, sin dudas, sin temores, gasté en tierras extrañas de mi vida el abril.
Eran adornos de teatro, ridículamente fastuosos, de metal dorado, con piedras de diversos colores, cuya grandeza hacía temblar de emoción a la pobre Mariposa. Esas joyas de reina dijo eran de aquella buena señora que me quería tanto: de la cómica que murió.
Como el rosal requería todo esto y no se hallaba reunido, he tenido que buscarlo por separado. CREMATURGO. Pues yo no me avengo. No quiero ser mantillo y nada más. ¡Adiós, ingrata! EUMORFO. Tampoco me resigno yo a ser una mariposa ininteligente, sobre todo cuando por amor tuyo me había puesto ya a estudiar filosofía. ¡Adiós infame!
Palabra del Dia
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