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Actualizado: 16 de junio de 2025


La Mariposa le miró escandalizada. ¡Qué! ¿aún te parece poco? Pero muchacho, ¡si hay ahí para comprar todas las Carolinas! Fíjate, Isidrín: ¡es un tesoro! Maltrana no necesitaba fijarse mucho. Pasado el primer deslumbramiento, había visto la falsedad escandalosa de las joyas enormes y absurdas que brillaban en la cumbre del montón de baratijas.

Todo ha tornado a quedar en silencio; el aire es luminoso y ardiente; en el fondo del patio, allá en el huerto, sobre el follaje verde, brillan las manzanas rosadas, las ciruelas de oro, los encendidos albérchigos. La mariposa blanca ha desaparecido. Y suena una campanada larga, y después suena otra campanada breve, y después suena otra campanada larga... Sarrió y Azorín han ido a Villena.

¡Oh! qué hermosos paseos por el campo de adornos cambiantes, pero tan bello bajo su manto de nieve como con su traje de esmeralda, donde ella le revela el Creador en la creación, la eterna potencia en la eterna bondad, la majestad divina en la inmensidad de los cielos como en el más pequeño agujerillo, en el roble gigante como en la hierbecilla, en el buey de paso pesado que hiende lentamente el surco como en la mariposa de ligero vuelo que se pierde en el espacio...

Hay un amor oculto en cada cosa y en cada cosa una sutil tristeza, lo mismo en una rosa vaso que Abril llenó de su belleza que en la fina y voluble mariposa de lírica hermosura, que, al posarse temblando en tu cabeza, surmonta su locura a tu locura. Cuando despunta un sueño y florece en la vida una quimera, el fondo de las cosas es risueño porque es azul como una primavera.

Los huevecillos que deposita la mariposa para dar vida al gusano no se abren, no echan fuera la diminuta criatura, ni esta se desarrolla con más presteza al calor de la primavera que aquellos inocentes embriones de gente política. Su precocidad asombraba, y oyéndoles hablar, se les creía capaces de dar guerra al universo entero. Al punto D. Diego y yo fuimos tratados como antiguos amigos.

De tal modo se adaptaba á Perlita su vestido, que éste parecía la emanación ó el desarrollo inevitable y la manifestación externa de su carácter, tan imposible de separarse de ella, como al ala de una mariposa desprenderse de su brillantez abigarrada, ó á los pétalos de una espléndida flor despojarse de su radiante colorido.

Lentamente se ha ido sosegando el maestro; sus párpados descienden pesados y se cierran; su cuerpo yace inmóvil... Todo está quieto; los rayos del sol se filtran por la parra y caen en vivas manchas sobre los ladrillos del patio; el jilguero desenvuelve sus trinos; una mariposa blanca va, viene, torna, gira, repasa entre los verdes pámpanos.

Con el asenso de Híala comenzaron entrambas a procurar dar caza a la mariposa; pero el insecto, burlando las trazas de sus lindas perseguidoras, las fué llevando hacia los bosques inmediatos, ya parándose en un pimpollo o en una rama, ya alzando el vuelo con presteza y maravilloso instinto.

Va por la calle deseando que alguien le tropiece; y cuando no lo hace nadie, tropieza él a alguno; su honor entonces está comprometido, y hay de fijo un desafío; si éste acaba mal, y si mete ruido, en aquel mismo punto empieza a tomar importancia; y entrando en otra casta, como la oruga que se torna mariposa, deja de ser calavera lampiño.

Ojeda conocía a este intruso invisible y juguetón que revolucionaba el trasatlántico, y el intruso lo conocía igualmente a él desde algunos años antes. Tal vez le rozase, como a los otros, con sus alas de mariposa inquieta, pero al reconocerle, seguiría su camino.

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