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Actualizado: 3 de junio de 2025


Tirso: ¿quieres vivir con nosotros como hermano, sin acordarte para nada de que eres clérigo? No. Entonces, vete y feliz, si puedes. No exijo, aunque lo mereces, que salgas ahora mismo de casa. Mañana podrás ver a papá por última vez, aunque no creo que te importe gran cosa; pero nada le digas. Luego, te marchas cuando quieras y envías por tus ropas.

Con la lotería no puede haber prosperidad pública... ¿Qué?, te marchas otra vez. ¡Bonita manera de cuidar a un enfermo! Y vamos a ver, ¿qué demonios tienes que hacer por esas calles toda la mañana? A ver, explícame, quiero saberlo; porque es ya lo de todos los días». Jacinta daba sus excusas risueña y sosegada. Pero le fue preciso soltar una mentirijilla.

De aquí la explicación de que encontremos en este período tan gran número de obras dramáticas que, al parecer, no se proponen otro objeto que hacer brillar el arte del maquinista y del decorador, y recrear á los espectadores con inundaciones y lluvias de fuego, con procesiones pomposas y marchas de ejércitos, y ensordecer los oídos con trompetas y clarines, truenos y terremotos.

Teníamos por General a un hombre impetuoso, de más arrojo que prudencia; mediano táctico, pero incansable en las marchas. Nuestro Jefe de Estado Mayor, D. Francisco Javier Abadía, era un militar muy entendido, quizás de los mejores que entonces tenía el ejército español, y el coronel puesto al frente de la artillería pasaba por un oficial de mucho entendimiento en su arma.

Sale del gabinete, atraviesa el patio, cruza el umbral, camina á marchas dobles por la calle, y como alma que lleva el diablo, entra en Batiñoles.

Había que fijarse en el trabajo de los padres de la Compañía, que eran los verdaderos representantes del catolicismo, el Estado Mayor del ejército religioso, el único que tenía el secreto de sus marchas y evoluciones y ocupaba las tiendas de distinción. ¿Se engrandecía Barcelona siguiendo el movimiento fabril de Europa? Pues allí ellos.

En mano propia recomendó otra vez el joven, vas a verla, Agapo, ¡feliz, cien veces feliz! dile de mi parte... no, no le digas nada; entregas la carta, y te marchas, para evitar preguntas: ahí dentro está todo. La emoción le dominaba, y sus ojos azules se empañaron. Registró en sus bolsillos y sacó un reloj de níquel, que ofreció al atorrante.

Ave María Purísima exclamó Guillermina con benevolencia . Déjese usted de marchas reales... No, no se quite la gorra; se va usted a constipar. Caballeros, aquí, y durante la ceremonia, mientras menos música, mejor». Ido y Leopardi se miraron desconcertados.

Glorias son estas en verdad, i dignas de ser loadas; pero no de ocupar en las historias no solo el lugar preferente, sino toda la atencion de los lectores, con minuciosas noticias de las marchas i contramarchas de los ejércitos, del asiento de los cercos i planta de los campos militares, de los asaltos hechos á las ciudades, de las embestidas de los enemigos en campo abierto, ó entre ásperas sierras i montañas, del número de los muertos i heridos, i de otras cosas que molestan los entendimientos por ser tan repetidas i tan enfadosas.

Palabra del Dia

consolándole

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