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Actualizado: 25 de junio de 2025


Frente á la chimenea, Guillermo II lucía uno de sus innumerables uniformes entre las rutilancias del marco dorado y esplendoroso. La casa parecía deshabitada. Gruesas cortinas, blandas alfombras, devoraban todos los ruidos. Había desaparecido la pesada introductora con la ligereza de un ser inmaterial, como tragada por la pared.

El salon de mapas contiene grandes y excelentes grabados que designan todos los viajes y descubrimientos que hizo el famoso veneciano Marco Polo, que fué de los primeros que visitaron la América.

Recorría en un instante con el pensamiento, todas las casas conocidas, todos los parajes por donde había andado, y no logró encontrar marco para aquella cabeza. Si no la he conocido en el mundo, la he conocido en sueños, se dijo; yo he visto muchísimas veces esta cara y estos ojos.

¿Habría otro retrato en el cofrecillo? sería aquel otro el que besaba Amparo. Revolví, busqué y encontré otro retrato. Pero era un retrato de mujer, y tenía el marco negro. Yo estaba seguro de que el retrato que besaba Amparo estaba contenido en un medallón dorado. Aquel retrato era el mío.

Aquí no era ya la agonía de la Piel de zapa de Balzac, sino la magistralmente descrita en el Frollo de Víctor Hugo, con la diferencia de que en aquella había blasfemias, y en la nuestra recuerdos y oraciones. La aguja del reloj marcó las nueve y media.... Las diez menos veinte.

La satisfacción que le inspira el espejo cuando contempla en él la palidez aristocrática de su cara, a la que sirven de marco unas patillas escasas pero bien peinadas, su ancha frente y hasta su cabellera bermeja e indisciplinada, no le permiten sospechar nada malo por la familiaridad de Lacante en su casa, y acaso, tiene razón.

Los falconetes ó versos fijos en la borda que equivalían á las piezas actuales de tiro rápido, eran de hierro batido, como las lombardas; se fabricaban de la misma manera, diferenciándose en el calibre menor; en que lanzaban proyectiles formados con dado de hierro revestido de plomo y en que no teniendo cureña, pues giraban verticalmente sobre muñones y horizontalmente sobre horquilla acabada en pinzote, tenían en la parte posterior un bastidor ó marco para afianzar con cuña el servidor, y una rabera con que lo manejaba el lombardero.

Las jacas pamplonesas, cubiertas con inquietos borlajes y repiqueteantes cascabeles, pasaban como rayos por entre el gentío tirando de las tartanillas de colores claros, de los coches señoriales y de los carruajes ingleses, en cuyos bancos erguíanse como cimbreantes flores las muchachas vestidas de rosa o azul, con el rostro realzado por el marco de blanca blonda.

En el óvalo nacarino, ligeramente carnoso, del rostro, los grandes ojos italianos llameaban tempestuosos y alegres; tenía la nariz respingueña y corta, voluntarioso el mento, la boquirrita breve y roja, como la herida de un florete; alrededor de la nieve de su frente sajona, los cabellos latinos, encrespados y negrísimos, tejían un marco de ébano.

La puerta, al abrirse, le hizo volver la cabeza. Clementina, majestuosa y soberbia estaba delante de él. Ambos se examinaron en silencio durante unos instantes. Ella le encontró bien con su cabello blanco y rizado que servía de apropiado marco á una cara llena y sonrosada. Tenía, como siempre, hermosa presencia y su elegancia era propia de su edad.

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