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Actualizado: 3 de junio de 2025
Y como desconocía el verdadero valor de aquellas baladronadas, tomábalas muy á pechos, y hasta resuelto estuvo á interpelar muy seriamente al de las patillas, cuando le ocurrió preguntar á su acompañante, aún preocupado con el lance del sorbete, qué clase de hombre era aquél que tan bien manejaba la lengua.
Y todo eso prosiguió Villamelón con ligerísima sonrisa que denunciaba traidoramente su convencimiento íntimo de la superioridad con que manejaba el asunto no es más que la excentricidad inglesa, influyendo y echando a perder su cocina... Y cuidado que yo soy imparcial, porque mi cocina es la cocina eléctrica: lo mejor de lo mejor, venga de donde viniere: este es mi lema. ¿Me entiende usted, Martínez?... Pero no hay que darle vueltas, amigo mío, y por más que digan, en la cocina, como en todo, Francia camina la primera.
Habíamos llegado casi a la entrada de Belgrano, cuando mi tío dio orden al cochero que se detuviese junto a un pequeño rancho, en que jugueteaban tres o cuatro niños. Al detenernos, los niños se acercaron al carruaje y en la puerta del rancho aparecieron una mujer y un hombre, jóvenes ambos, que saludaron amistosamente a Alejandro que manejaba el coche, como si ya lo conociesen de antemano.
Y, en efecto, al poco rato se acercó al costado del vapor un bote, y dentro de él una joven que manejaba los remos con singular maestría. En Pasajes, el servicio de los esquifes que trasportan la gente de un punto a otro de la bahía está a cargo de mujeres. Buenas tardes, D. Isidoro y la compañía. Ahí te entrego ese señorito, Úrsula. Cuidado lo que haces con él. Úrsula sonrió sin escandalizarse.
Asumí toda la dirección de la casa, y por más que todos sonrieron maliciosamente y protestaron, y Marta me explicó repetidas veces que jamás consentiría que yo, la más joven, la suplantase, me las compuse tan bien que al cabo de quince días yo era quien manejaba toda la casa.
Apenas se había oído un segundo toque de silbato, cuando la tartana había aparejado y desplegado su antena, su bauprés y su trinquete y el condenado manejaba la barra del timonel.
El espada cuidó de sus bajos con una escrupulosidad femenil. Manejaba el traje de «nazareno» con las mismas atenciones que un vestido de lidia en tarde de corrida. Se calzó con medias de seda y zapatos de charol.
La espada, que nunca abandonaba el caballero, no era un adorno inútil, sino servía de arma defensiva, habiendo escasa policía, y se manejaba con frecuencia en las luchas que se suscitaban. Las intrigas amorosas y las aventuras galantes daban repetidas ocasiones para esgrimirla sin descanso.
Don Lope, aunque sin espada, manejaba la daga tan viva y diestramente, que en derredor de su persona parecía haber abierto ancho foso en cuanto alcanzaba su brazo armado, que le ponía a cubierto de los más briosos; pero el furor de Muley le estrechaba mucho, y su peligro crecía a cada instante.
Su enternecimiento era eminentemente piadoso, sobre todo en las noches de luna. Encerrado en su casa, en su despacho, después de cenar, o bien escribía versos a la luz del petróleo o manejaba sus librotes; y por fin se acostaba, satisfecho de sí mismo, contento con la vida, feliz en este mundo calumniado donde, dígase lo que se quiera, aún hay hombres buenos, ánimos fuertes.
Palabra del Dia
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