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Actualizado: 3 de junio de 2025


Su piel tierna como las natas, su labio rojo como un pimiento de Candeleda; pero tanto su cabello bravío como su bozo de mancebo, denotaban un natural hombruno y procaz. Manejaba al marido como a un esclavo, descargando sobre él el exceso de vigor que renovaba en su sangre el aire purísimo de las torres. Ramiro la observaba de soslayo. Ella gustaba sobremanera del niño.

Apenas cruzaba un transeúnte por la retirada calle. Sólo se oía, entre el silencio, el estridor monótono de la máquina de coser que la hija de la conserje manejaba. En el jardín, las rosas, embriagadas del calor bebido durante la mañana entera, se deshacían en perfumes; hasta las frías rosas blancas tenían matices rancios, como de carne pálida, pero carne al fin.

La rapidez y la facilidad con que el ganadero realizó la suerte provocaron en la empalizada una explosión de entusiasmo. ¡Olé los viejos! Nadie entendía de toros como el marqués. Los manejaba como si fuesen hijos suyos, acompañándoles desde que nacían en la vacada hasta que marchaban a morir en las plazas como héroes dignos de mejor suerte.

El médico era quien más lo manejaba por dedicarse con mucha afición a los trabajos de histología. El director le invitó a que mostrase a aquellos señores algunas de sus preparaciones. Vieron una porción de diatomeas: las señoras se entusiasmaron con sus caprichosísimas formas. También vieron el gusano que había concluído con el célebre puente de Milán.

De este modo aseguraban los naturales las ventas de sus frutos y manufacturas, y tenían con equidad dónde proveerse de cuanto necesitasen, y todas las utilidades que resultasen de estas compras y ventas a la factoría recaerían en beneficio del común, como que de cuenta de él se manejaba todo.

Mire usted, amigo mío, a usted puedo decírselo; no es inmodestia; reconozco, ¿cómo no? la superioridad de Perales en el teatro antiguo, su Segismundo es una revelación, concedo, revela mejor que el mío la filosofía del drama, pero... no me gustaba su modo de arrastrar la cadena; parecía un perro con maza; yo la manejaba con mucha mayor verosimilitud y naturalidad; arrastraba la cadena, créame usted, como si no hubiese arrastrado otra cosa en mi vida.

Ella manejaba las dos campanas más gruesas, dejándole a él los clarillos y esquilones. Muchas veces, teniendo que echar algún repique de importancia, subieron los cuatro a la torre.

La lucha fue silenciosa, encarnizada, mortal. De sus peripecias conservo escaso recuerdo, pero que Dechard manejaba la espada tan bien como yo; mejor aún, porque conocía más tretas y golpes secretos, que le permitieron acosarme y hacerme retroceder hasta la reja que guardaba la entrada de la «Escala de JacobApareció en sus labios una sonrisa y su espada me atravesó el brazo izquierdo.

Poseía la erudición de los chascarrillos políticos, y manejaba el caudal de frases parlamentarias con pasmosa facilidad. Bajo este follaje se escondía un árido descreimiento, el ateísmo de los principios y la fe de los hechos consumados, achaque muy común en los que se han criado a los pechos de la política española, gobernada por el acaso.

Pero como nadie le conocía y sólo sabíamos de él que era bajo y rechoncho y manejaba la pica como un ariete, es de temer que la excomunión no le haya alcanzado, ó lo que es peor, que haya recaído sobre algún otro maldito tudesco de los muchos que dejan su tierra para dejar después el pellejo en Francia.

Palabra del Dia

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