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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Su actitud era la misma de siempre, su manera de razonar no había perdido ni un ápice de la fuerza habitual. Obraba, pensaba, resolvía como si jamás hubiera sufrido el más leve embate de la suerte; pero había en él un no qué indefinible, algo así como las manchas rojas que aparecen en las vestiduras de un soldado herido.

Se hace con todo una pasta y se frota con ella el mármol. Después se pasa una esponja con jabón, y el mármol queda como nuevo. PARA LIMPIAR MANCHAS DE ACEITE DEL CUERO. Se mojan las manchas con espíritu de sal de amoníaco durante unos momentos, y en seguida se lavan con abundante agua para impedir que aquella sustancia se coma el color del cuero.

Murray sin embargo ha manifestado el uso que se ha hecho de él en ciertas induraciones linfáticas de las amígdalas, en las manchas de la córnea, las úlceras callosas, los temblores musculares y la epilepsia.

Allí había estado reflexionando una noche de tormenta, la misma en que se presentó como cortejante en casa de Margalida. La tarde era serena, el mar tenía un intenso color de extraordinaria y profunda transparencia. Los fondos de arena reflejábanse como manchas lácteas; los peñones submarinos y sus obscuras vegetaciones parecían temblar con un rebullicio de vida misteriosa.

Enséñeme usted más acuarelas decía a lo mejor Nieves a Leto , o más dibujos. Y Leto la complacía de muy buena gana; y con motivo de los dibujos o de las pinturas, otro párrafo mano a mano entre la sevillanita y el mozo farmacéutico, párrafo que a éste le sabía a gloria. Tiene usted que enseñarme le dijo ella en una de estas ocasiones , a pintar estas manchas de árboles.

A veces, al pie de este acantilado, aparecen manchas rojas de algas adheridas a las peñas, que sugieren cierta idea trágica. Pero cuando la costa y, sobre todo, Frayburu llegan a lo álgido de su fuerza, al paroxismo de su misterio, es al anochecer.

Colocaos nuevamente vuestro grasiento sombrero sobre vuestro cráneo pelado, enjugaos las gotas de sudor que brillan sobre vuestros rojos carrillos, como el rocío sobre dos peonías en flor, y haceos quitar cuanto antes las manchas relucientes de vuestro respetable traje negro! Pero el buen hombre estaba demasiado emocionado para entrar en funciones sin demora.

Junto a la valla, recostada en una silla y apoyados los brazos en otra, había una señora casi de la misma edad y no menos voluminosa, con un sombrero cargado de flores. Su cara rubicunda, con manchas amarillas de salvado, ensanchábase de entusiasmo cada vez que su compañero ejecutaba una buena suerte.

Fortunata vio el cuarto. ¡Ay, Dios, qué malo era, y qué sucio y qué feo! Las puertas parecía qué tenían un dedo de mugre, el papel era todo manchas, los pisos desiguales. La cocina causaba horror. Indudablemente la joven se había adecentado mucho y adquirido hábitos de señora, porque la vivienda aquella se le presentaba inferior a su categoría, a sus hábitos y a sus gustos.

Lejos corre, seguida del crío, una potranca; Un carabao lustroso en un charco se estanca; En su lomo una garza hace una nota blanca. Un río desenrosca las eses de su tripa, Y asoman, allá en donde su curva se disipa, Las manchas trapeciales de unos techos de nipa.

Palabra del Dia

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