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Actualizado: 11 de julio de 2025


A siete de Agosto llegamos á la boca del río Xexui, por donde antes que los Mamalucos destruyesen los pueblos de Maracayá, Terecaní y la Candelaria, se conducía todos los años á la Asunción gran cantidad de la célebre yerba del Paraguay; el día 19, caminando á lo largo de la ribera, vimos una tierra de Payaguás, cuyos moradores se habían poco antes retirado á una grande isla que estaba frente á nosotros.

Mientras de esta cristiandad navegaban viento en popa, aumentándose cada día más el número de los convertidos á nuestra santa fe, y si bien el demonio veía se le frustraban sus diabólicas trazas, no perdía el ánimo; antes bien, procuró con todo el esfuerzo posible cortar de un golpe la felicidad presente y las esperanzas futuras, atizando ó instigando á los Mamalucos del Brasil para que viniesen á quitar las vidas á los neófitos y destruir el país á sangre y fuego; y le hubiera salido como esperaba, si Dios, á quien tocaba defender á sus fieles de aquel infortunio, no hubiera frustrado sus designios, disponiendo recayesen sobre la cabeza de sus aliados los que había maquinado para total ruina de los cristianos.

Acostumbrados, pues, estos bárbaros á sacudir el suave yugo del Evangelio por estar ya enfadados del celo del V. P. Lucas y sus compañeros, fingiendo que sólo habían venido á sus tierras para juntarlos y entregarlos á los Mamalucos del Brasil, los echaron del país y destruyeron la iglesia que habían fabricado, por cuya causa se retiró á los Chiquitos, en el pueblo de San Francisco Xavier, donde hallando el terreno más dispuesto al cultivo de la fe, asistía á aquellos nuevos fieles con increíble celo y amor; y á la verdad, era bien necesario su espíritu y fervor para acudir y socorrer las necesidades de aquella iglesia, afligida no menos de la peste que de la carestía de todo lo necesario, no dando treguas ni de día ni de noche á las fatigas y trabajos que le redujeron con una grave enfermedad al último trance de la vida, con extremo dolor de sus compañeros que le veneraban como á santo, y de los neófitos, que le amaban como á Padre.

Son muy supersticiosos en inquirir los sucesos futuros por creer firmemente que todas las cosas suceden bien ó mal, según las buenas ó malas impresiones que influyen las estrellas; por esto, para conocer los puntos de sus aventuras, observan, no ya el curso de los cielos ó los aspectos benéficos de los planetas, que á tanto no alcanzan, sino algunos agüeros que toman de los cantos de los pájaros, de los animales y de los árboles y otros innumerables de este género; y si sus pronósticos son infaustos, de enfermedades, contagios, ó de que han de venir á sus tierras á hacer correrías los Mamalucos, para maloquear, que es lo mismo que hacerlos esclavos, tiemblan y se ponen pálidos como si se les cayese el cielo encima ó les hubiese de tragar la tierra; y esto sólo basta para que abandonen su nativo suelo y que se embosquen en las selvas y montes, dividiéndose y apartándose los padres de los hijos, las mujeres de los maridos, y los parientes y amigos, unos de otros, con tal división, como si nunca entre ellos hubiese habido ninguna unión de sangre, de patria ó de afectos.

Llegaron, finalmente, á la playa donde solían desembarcar los Mamalucos, en donde halló el P. Superior cinco largas cadenas que habían enterrado allí aquellos crueles hombres.

Pero no obstante que dichos Mamalucos, ya con engaños, ya con bocas de fuego, han hecho tan horrendo estrago en estas naciones, incapaces de resistirles con sus débiles y flacas armas, algunas veces, en no pocos reencuentros, han vuelto con las manos en la cabeza, y ha sido sujetado su orgullo por los indios; porque éstos, arrestados de una vez á morir ó vencer, se han portado con tal valor y esfuerzo, que ya en emboscadas, ya en campaña abierta, cara á cara han vencido el orgullo enemigo, quedando prisioneros los que querían echar en prisiones á los indios.

Sus moradores, por falta de mujeres europeas, mezclaron su noble sangre con la vilísima de los bárbaros, mejor dijera que le mancharon, porque los hijos, saliendo más semejantes á las madres que á los padres, degeneraron en breve de manera que avergonzadas y corridas las ciudades vecinas, renunciaron su amistad; y porque la vileza de éstos no empañare ni aun levemente los candores de la generosidad del nombre lusitano en el mundo, los llamaron Mamalucos.

CAP. IV. Da principio el P. Joseph de Arce á la nueva iglesia de los Chiquitos, vencidas muchas dificultades 77 CAP. V. Los Mamalucos intentan la destrucción de estos pueblos, pero sus intentos salieron frustrados 92 CAP. VI. Con los sucesos pasados se entibia algo la santa ; muere el P. Fideli y se habla largamente de los trabajos de los Misioneros. 105

Ocho leguas sobre el Tobatí, desemboca por dos partes el río Mbotetei, por donde bajan al Paraguay á hacer sus correrías los Mamalucos.

Ofrendas de los indios cristianos á la Santísima Virgen I 137 Opinión de los primeros descubridores de Indias acerca de los naturales I 138 Oraciones fervorosas de los indios pidiendo á Dios les recompense con abundancia de cosechas I 142 Origen de los Mamalucos del Brasil I 72 Paces de los indios Curucares con los Manacicas I 255

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