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A la boca de este lago está situada la célebre isla de los Orejones, poblada en algún tiempo de muchísima gente y asolada y destruída ahora por los Mamalucos. El clima de esta isla es saludable y templado, aunque está en diecisiete grados y pocos minutos de altura.

Quedando con esto los Mamalucos sin caudillos, sin gobierno y sin alientos, se turbaron del todo, y tirando sus armas se arrojaron al río que les recibió, no para librarles como esperaban, sino para sepultarles en sus corrientes, de que ya cansados, por más esfuerzos que hicieron, no pudieron librarse.

Juntáronse, pues, todos en una llanura que baña el río Jacopó, en que poco antes se había dado principio á la Reducción de San Rafael, bien acomodada para defenderse por causa de una espesísima selva, en que tenían puestas todas sus esperanzas, y retiradas allí sus pocas alhajuelas, no se atrevieron á menearse de aquel puesto hasta que se serenó aquella borrasca, con que el Apostólico Padre, que se detuvo allí algunos días á fin de penetrar los designios del enemigo, tuvo ocasión cómoda para bautizar á los niños é instruir en los misterios de nuestra santa fe á los grandes, á quienes el temor de la esclavitud de los Mamalucos hizo abrir los ojos para que saliesen de la del demonio; pero el Padre, advertido, no quiso bautizarlos por entonces, reservando para mejor ocasión satisfacer sus deseos; y animándolos á la perseverancia, dió la vuelta á la Reducción de San Francisco Xavier; y de aquí, con toda presteza, pasó á Santa Cruz de la Sierra, para dar cuenta al Gobernador de los movimientos del enemigo, y juntatamente á animar á la gente de armas á salir en campaña á pelear con él y ponerle en fuga, en que no tuvo mucho que hacer para mover la piedad tan innata de los españoles que en todas partes resplandece igualmente que el valor haciéndoles que tomasen por suyas las ofensas de los indios Chiquitos y defendiesen con su propia sangre aquella nueva iglesia, principalmente que se podía con razón temer que el orgullo de los Mamalucos osase también invadir la ciudad si ellos no le saliesen al encuentro para atajarle ó cortarle los pasos.

Correrías de los Mamalucos del Brasil por las márgenes del río Paraguay I 71 Costumbres de los indios Cozocas II 193 Costumbres que tenían los indios Chiquitos para curar á sus enfermos; mataban á las mujeres, que suponían ser causa de las enfermedades I 48 Crueldades de los indios Penoquís I 217 Crueldad de los indios Puyzocas II 80

El día 21 encontramos un fortín con empalizada y sobre ella tres grandes cruces, y sospechando nosotros que los Mamalucos habrían hecho allí alguna de sus misiones, supimos después que esto había sido traza é invención de los Payaguás para que Dios los librase de una grande multitud de tigres que infestaban extrañamente el país.

Sucedió que el segundo, llamado á las tierras de los indios Guatos para administrarles el Santo Sacramento del bautismo, se encontró con una cuadrilla de Mamalucos, los cuales le mataron á mosquetazos; y el otro, cayendo poco después en las mismas manos, salió tan maltratado, que en breve acabó de vivir y padecer.

De mucho provecho fué esta victoria, porque después acá no se han arriesgado más los Mamalucos á poner el pie en los contornos de aquellas Reducciones, y solamente en el año 1718 plantaron un fuerte en las riberas del río Paragua, ochenta leguas distante del pueblo de San Rafael, con que se espera que convertidas en breve con el favor de Dios cincuenta ó sesenta mil almas, como nos prometen las esperanzas, se les impedirá también el hacer corso por aquel río, porque los neófitos por singular privilegio de nuestros católicos reyes, pueden usar armas de fuego con que fácilmente podrán quebrantar el orgullo de estos corsarios, como sucedió en las misiones de Guaranís, á quienes no cesaron de molestar hasta que aquellos pueblos dieron una grande rota á cinco mil Mamalucos que habían pasado al último exterminio de aquella cristiandad.

Fingen, pues, los dichos Mamalucos que son jesuitas, usando el nombre de Padre, nombre venerable y que estima mucho á toda la gente, aun á los infieles; hácese uno súbdito, otro superior, y aun Provincial; y en la rota que padecieron los españoles el año 1696 fué hecho prisionero uno, llamado Juan Rodríguez, á que añadía el título de Payguazú, que en Guaraní es lo mismo que Padre Grande.

De los Guarayos que se avecindaron en San Juan Bautista había algunos que entendían la lengua castellana, con lo cual pudo el P. Juan Patricio Fernández informarse del Paraguay y del puerto donde los Mamalucos daban fondo para tomar noticias de la tierra de los Chiquitos y aun ellos se ofrecieron á ir con él allá.

Estos dos fueron con los neófitos para llevarlos á sus paisanos, de quienes no fueron admitidos con mucho afecto, porque el demonio les puso en sospecha de que eran Mamalucos ú otros enemigos que habían venido á hacerlos esclavos.