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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Pero le he oído a usted calificar de malhadado el asunto principal, y me voy a tomar la libertad de decirle que no hallo el calificativo arreglado a justicia. ¡Canástoles!... ¿Cómo que no? Pues como que no. Yo tenía mis planes, señor don Claudio; yo tenía mis planes. Corriente: tenía usted sus planes.

Al fin, queriendo terminar de un modo digno y brillante sus trabajos zoológicos, propuso hacer la gallina. Todas las antipatías, terrores y resentimientos de Julita se despertaron al escuchar este nombre malhadado. ¡No... ina no... ina feya!

El malhadado maese Rampas se hallaba á corta distancia del lugar donde él lo dejara, gimiendo, pateando y desesperándose más que nunca y lo que era peor, sin el hábito, ni más vestimenta que una cortísima almilla y los zapatos.

Adoraba a su hijo, vivía temblando de que le pasara algo, pero, a pesar de todo, había querido que fuera militar. Al decidir la aventura que terminó con la detención de la diligencia y al oir las observaciones de su hija al malhadado proyecto, había contestado: Los carlistas son españoles y caballeros y no pueden hacer daño a unas señoras.

Mas quando luego tornando en , y entrando dentro de su corazon, pensaba en Astarte, muerta acaso á causa de él, todo el universo desaparecia, y no vía mas que á la moribunda Astarte y al malhadado Zadig. Agitado de este fluxo y refluxo de sublime filosofía y de acerbo duelo, caminaba hácia las fronteras de Egipto, y ya habia llegado su fiel criado al primer pueblo, y le buscaba alojamiento.

El miedo no raciocina nunca, y el que sintió el tío Frasquito impidióle comprender que la borlita del gorro se había inflamado en la palmatoria al inclinarse para recoger en el suelo el malhadado libro... Perdió, pues, del todo la cabeza el pobre viejo, lanzóse al timbre eléctrico, corrió luego a la puerta pidiendo socorro, y aporreando después la de Jacobo, gritó de nuevo: Au secours!... Au secours!...

Al principio, cuando recibió la noticia, cayó redonda en el pavimento y se le creyó muerta; pero una hora después empezó á hablar, sin fin ni tregua, de su catedral, del coro, de la nave, del cabildo y de los canónigos, del ala del Norte y del ala del Sur, de tal modo que para calmarla ha sido necesario traerle un arquitecto, albañiles, y poner sobre su lecho los planos del malhadado edificio.

Todas las profanaciones que legó á este grandioso edificio el malhadado Churriguera desaparecen y quedan enterradas bajo la noble gentileza de aquella fachada dórica, tan pura y colosal, y de aquellas naves corintias cuyas pilastras equivalen á otros tantos monumentos.

Pero lo gracioso es que doña Juana de Velasco no sabe quién es el padre de su hijo incógnito; ni el nombre del dueño de la casa en donde tapada y rebujada la metieron en Navalcarnero; que, en una palabra, le parece un sueño su encuentro con un hombre audaz en una galería del palacio del Escorial, á punto que por un celo exagerado iba á avisar á la infanta doña Catalina, de que acababa de llegar un jinete con la nueva de que el mar y los vientos habían vencido á la armada Invencible; un soplo malhadado mató la bujía de que iba armada la duquesa, y el duque de Osuna, que acudía al lado del rey, que estaba en el coro, se dió un tropezón con ella.

La postrera palabra de aquel malhadado discurso vibró en el espacio, sola, seca, triste, con fúnebre resonancia. Ni un aplauso ni una exclamación satisfactoria la recogió. Su voz había caído en el abismo sin producir un eco. Parecíale que no había hablado, que su discurso había sido una de aquellas mudas, aunque elocuentes, manifestaciones internas de su genio oratorio.

Palabra del Dia

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