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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Pues estas cosas, tan estúpidas de puro vulgares, las hacía y decía todos los días, y eran vistas y oídas de todos; a veces, Esteven perdía la paciencia, y entonces se armaban tremolinas escandalosas: que tú, que yo, que si esto, que si lo otro, tú eres así, tú eres asá; escarbaban en el pasado de ambos, para sacar toda la porquería y embadurnarse sin piedad la cara mutuamente.
Á través de la escasa luz que allí habia, todos queriamos mirarnos mútuamente á las caras, como para ver qué gestos hacíamos ó qué nos parecia aquel silencioso entremés.
Se formó entre ambas una amistad delicada, estrecha, y sin embargo llena, en muchos puntos, de reserva. Ni la una ni la otra llegaban a la confidencia. Y mutuamente se perdonaban y hasta se agradecían esta reserva.
Seremos dos almas, dos pensamientos que se acariciarán sin dejar rastro de su pasión, con una pureza como nunca la imaginaron los poetas. Esta noche en que nos confesamos mutuamente, en que nuestras almas se abren la una a la otra, es la noche de nuestras bodas... ¡Bésame, compañera de mi vida!
Sobre la escuela de este gran pintor, dije cuatro palabras en presencia suya; noté que me miraba con cierta sorpresa y maravilla; nos despedimos, ofreciéndonos mútuamente nuestras habitaciones en Paris, y seguramente no esperaba yo tener hoy el gusto de verme agasajado por su visita.
Pues bien; si la coquetería es sin malicia, si el afán de agradar y el esfuerzo hecho para conseguirlo no traspasan ciertos límites, y si el fin que se propone una mujer agradando no va más allá del puro deleite de infundir cordial afecto y gratitud, digo que apruebo la coquetería. Doña Blanca y el P. Jacinto se tenían mutuamente miedo.
Y el cocinero mayor apretó á correr tras él bufón, que apretaba tras la Dorotea y el sargento mayor. Asióse al fin á su brazo. ¿Qué me queréis? ¡por mi vida! exclamó el bufón sin cesar de correr. Pediros consejo. Dádmelo y lo agradeceré. Me están sucediendo cosas crueles. A mí me pasan cruelísimas. Nos aconsejaremos mutuamente. No necesito consejos. Yo sí, los vuestros.
Entre alemanes e italianos... verdaderos y falsos, se había establecido una especie de pacto, tácito al principio, después muy explícito, para protegerse mutuamente. Los de la fábrica, Körner e hija, ayudaban a los del teatro; los del teatro, Mochi, Minghetti y Gorgheggi, ayudaban a los de la fábrica.
Se daba una comida en casa de una americana conocida por su excentricidad de lenguaje y por su afición inmoderada á la música. Ambas personas habían sido mutuamente presentadas por la dueña de la casa: El señor Marenval. Mi compatriota Julio Harvey. Sir Harvey ofreció entonces la mano á Marenval, con una franca sonrisa: ¡Ah! Marenval y compañía, ¿verdad? Conozco á usted muy bien.
Este y la Iglesia se ayudaban mutuamente, los gobiernos, persiguiendo a los herejes y obligándolos a someterse al clero, y el clero imponiendo la obediencia al rey como un deber religioso".
Palabra del Dia
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