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Por sobre él pasan unas nubes negras... las ilusiones que fueron mías, y ahora son... de nadie... no son ilusiones de nadie... ¡Qué soledad! Todo se apaga, todo llora... el mundo se acaba... se acaba. No quiero padres, no quiero hermanos... Quiero ir con mi madre. ¿Dónde está su sepulcro?

Su sorpresa de usted me prueba dijo Luciana, que Elena ha guardado el secreto... Quiero hacerle justicia a su vez... Las cartas que usted vio que Lautrec le entregaba, eran las mías. ¿Las tiene usted? Las he quemado... así como las respuestas. ¡Ah!

Ora pro nobis exclamaron a la vez Petra y Francisca que se reían con toda su alma. No, no dijo Francisca dando un salto; no queremos formar parte de la corporación. Y tienen ustedes razón, hijas mías respondió la abuela siempre llena de indulgencia por las jóvenes deseosas de casarse. Recen ustedes a San José y será mucho mejor...

»Anteayer, 1.º de octubre, vi a mi tío, cumpliendo con el acuerdo que, como usted recordará, tomamos, de vernos el día 1.º de cada mes. »Pero con frecuencia me da noticias suyas el anciano José que viene a París enviado por él para llevarle las mías. »En nuestra entrevista hablamos poco.

Esta casa, esta honrada casa ... ¿Y cómo existe esa puerta? ¿Cómo es posible...? Existe de muy antiguo, sólo que estaba condenada. Si ustedes quieren verla pueden subir á la buhardilla, y examinando bien, la encontrarán. Pero él, ese monstruo, ¿por dónde pudo llegar? La tal puerta continuó doña Rosalía da al cuarto de unas costureras amigas mías.

Debo decir, en honor de Yolanda, que ella se esforzaba lealmente por darse conmigo... Trataba de adivinar mis gustos; , trataba de asociar sus ideas con las mías. Pero eso no era posible. Allí donde su joven inteligencia esperaba encontrar en la vida, el interés, no había, por lo general, más que un desierto seco, hacía ya mucho tiempo.

Al día siguiente, las dueñas y las doncellas del cuarto de la duquesa fueron despedidas por el mayordomo. Pero, ¿por qué se nos despide? dijo una doncella que había sido envuelta sin culpa en el naufragio universal. No lo , señoras mías dijo el mayordomo ; no más, sino que su excelencia acaba de decirme que despida á sus dueñas y á sus doncellas. Y el mayordomo decía la verdad.

Mi cuñado partió forzosamente para América hará unos ocho días, y al partir dijo a mi hermana: «No estaré aquí para vuestro día, mas recibiréis noticias míasAyer, pues, recibimos regalos y ramos de todas partes; pero de mi cuñado, hasta las cinco, nada... nada. Salimos a dar una vuelta a caballo por el bosque... y a propósito de caballo...

El padre Aliaga sólo pudo ver el bulto confuso de la persona que había abierto, porque el aposento estaba obscuro; pero oyó una anhelante y dulce voz de mujer que dijo: ¿Ha venido ya? No, hija mía dijo el bufón , y según noticias mías, no vendrá esta noche. Pero, pasa, pasa al otro aposento, que no es justo que hagamos estar á obscuras á la grave persona que viene conmigo.

A bien que no ha sido ello por falta de advertencias mías; pero este Celso, con ser tan hombre de fe, es de suyo tan... Todo eso lo decía ya, y casi lo gritaba, el bueno del Cura a la puerta del dormitorio de su amigo, donde le interrumpió el descosido razonamiento otra llamada como la de antes. ¡Sabas! ¡Sabas!