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Actualizado: 1 de junio de 2025
La salvaje soledad de las alturas contrastaba con la riqueza de la capilla del Ochavo, llena de reliquias en vasos de oro y arquillas de esmalte y marfil; con la magnificencia del Tesoro, que amontona las perlas y las esmeraldas con tanta profusión como si fuesen guijarros; con la elegante abundancia del guardarropa, lleno de telas sobre las cuales reproducía el bordado todos los matices de la pintura.
Sentado ahora en la silla, junto a la ventana, miraba hacia lo alto, con el rostro comparable a un claro marfil.
El chino ligero, que vive de pescado y arroz, hace su casa de tabla y de bambú. El japonés vive tallando el marfil, en sus casas de estera y tabloncillo. Allí se ve donde habitan ahora los pueblos salvajes, el esquimal en su casa redonda de hielo, en su tienda de pieles pintadas el indio norteamericano: pintadas de animales raros y hombres de cara redonda, como los que pintan los niños.
Un hábil cochero iba dirigiéndole, y dos esclavos etíopes me acompañaban también en el carro, haciendo aire el uno con un abanico de plumas de avestruz, y sosteniendo el otro, sobre rico varal de marfil, prolijamente labrado, el ancho parasol de seda.
Desnoyers vió sobre una puerta un Cristo de marfil, amarillento por los años, tal vez por los siglos: una imagen heredada de generación en generación, que debía haber presenciado muchas agonías... En otra cueva encontró, en lugar ostensible, una herradura de siete agujeros.
Inmediatamente sonó á un lado de su cráneo un rugido, que retumbó para él como un trueno capaz de conmover todo el desierto. Se abrió ante sus pupilas un abismo invertido de color de púrpura, con espumas babeantes y erizado de conos de marfil, unos agudos, otros retorcidos.
Sobre la alfombra, a los pies del lecho, había una piel de tigre, auténtica. No había más imágenes santas que un crucifijo de marfil colgado sobre la cabecera; inclinándose hacia el lecho parecía mirar a través del tul del pabellón blanco. Obdulia, a fuerza de indiscreción, había conseguido varias veces entrar allí. «¡Qué mujer esta Anita!
Sus templos, sus sepulcros, sus palacios, sus casas, son como su poesía, que parece escrita con colores sobre marfil, y dice las cosas como entre hojas y flores. Hay templo en el Indostán que tiene catorce pisos, como la pagoda de Tanjore, y está todo labrado, desde los cimientos hasta la cúpula.
14 Que el día que visitaré las rebeliones de Israel sobre él, visitaré también sobre los altares de Bet-el; y serán cortados los cuernos del altar, y caerán a tierra. 15 Y heriré la Casa del invierno con la Casa del verano, y las casas de marfil perecerán; y muchas casas serán taladas, dijo el SE
La cama de palo santo con pabellón de brocatel de seda, cubierta por una colcha de damasco azul, un armarito de ébano con incrustaciones de marfil, que servía de escritorio al abrirse, una butaca confidente de raso azul, un tocador con espejo, forrado también de raso al igual que las paredes, un armario de espejo, de palo santo como la cama, y algunas sillas doradas.
Palabra del Dia
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