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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Las dichas terrenales son cantos de sirena, que arrastran al mal; cuanto se sufre y se padece son méritos que en el mundo se hacen para que sean premiados arriba, y en este breve tránsito, donde los pies se hieren en los guijarros de todos los caminos, debe la esperanza refugiarse en los cielos, que allí aguardan al alma la inmortalidad y a la virtud el premio de sus luchas.
La responsabilidad de las grandes luchas electorales, como de las grandes acciones de guerra, está en los generales: el soldado no muere sino materialmente, de un bayonetazo, de un tiro de fusil, de una bala de cañón, de hambre y de sed; pero el descalabro de una campaña política o militar es la muerte moral de los jefes y la muerte moral de las cabezas es la muerte del espíritu dentro del cuerpo vivo: una especie de embalsamamiento inconsciente.
Ayer precisamente he estado hojeando la «Historia moral de las mujeres» de mi amigo Legouvé, y he visto que las luchas perpetuas y las guerras continuas acabaron por poner los bienes en manos masculinas. Entre los invasores, las hijas estaban excluidas de la propiedad. Bien dijo el cura con satisfacción, muy bien...
Es que en España no ha habido hasta ahora ninguna revolucion, sino simples luchas: la de la independencia primero, y despues las luchas civiles. Alemania tuvo su gran revolucion con la reforma religiosa; Inglaterra las dos del siglo XVII; Francia la de la filosofía y de 1789. Pero España no ha experimentado nada semejante.
Este reposo les ha servido para solidificarse, engrandecerse y adquirir nuevas fuerzas. España no; España no conoció el descanso. Durante siete siglos hierve con el burbujeo de las luchas de raza y los antagonismos religiosos. Al fin se verifica de cualquier modo la fusión de los diversos ingredientes. Ya está hecha la mixtura nacional, tal vez de mala manera, pero ya está hecha.
Nos amaremos como esos santos de la Iglesia que estallaban en dulces palabras y arrobamientos estremecedores, sin osar el menor contacto de la carne. El amor es el instinto de la conservación de la especie, pero el nuestro será incompleto, no por odiar, como los santos, las leyes de la Naturaleza, sino porque las luchas de la vida nos han herido de muerte.
En la guerra de la independencia, como en las largas y cruentas luchas civiles que se han sucedido hasta 1876, cada batalla ha sido una hecatombe. En una de las últimas, después de un día entero de batallar, con las mortíferas armas modernas, la victoria quedó indecisa y perdió cada uno de los ejércitos más del 50 % de su efectivo. Casta paloma tranquila fuente de mis amores rayo de luz.
Con tales luchas se desarrolló y floreció el espíritu romántico-caballeresco de la Edad media, y á consecuencia de esto se suavizaron también las costumbres. La vida ruda, llevada hasta entonces, comenzó á ceder á las dulzuras de la civilización.
Así cayó aquel baluarte poderoso del orden, aquel varón esforzado que en sus luchas incesantes con la pillería de los arrabales tantas veces había caminado por la senda de la victoria. Levantáronlo y lo metieron en la botica de don Matías, que estaba próxima. Desde allí lo condujeron poco después al hospital. La ciudad perdió por algunos días su escudo protector. Porque ni Lucas el Florón ni Pepe la Mota podían competir en energía con
Su gusto por la política dimana del interés que le merecen las luchas de los hombres, las competencias del talento, los anhelos de florecimiento, los empeños de amor propio, los esfuerzos por la popularidad. Las ideas políticas la interesan muy poco; apenas las distingue unas de otras. Verdad es que quizá no se distingan en nada.
Palabra del Dia
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